Algunas notas sobre el texto de Miller “Kafka padre e hijo”

Texto presentado en el mes de octubre de 2020 en la primera reunión del corriente curso del Grupo de Investigación sobre psicosis y autismo de la SCB, sobre el tema Arte y escritura: invenciones sintomáticas.

  • Publicado en NODVS LIX, desembre de 2020

Resum

La presentación extrae los puntos centrales de un pequeño texto de Jacques-Alain Miller sobre la Carta al Padre de Franz Kafka. Estos puntos conciernen, en la literatura de Kafka, a las cuestiones de lo infinito; los afectos, los objetos mirada y voz, el sinthome singular de Kafka, su terror, sus perturbaciones del pensamiento y de la idea del cuerpo propio, sus dificultades con el matrimonio, y su extraña relación con la lengua. El texto también examina, desde la perspectiva del trabajo de Miller, algunos puntos de las interpretaciones de Kafka ofrecidas por Walter Benjamin y Deleuze y Guattari.

Paraules clau

Kafka, Miller, Literatura, Psicosis, Sinthome.

Voy a decir algunas palabras acerca de este pequeño texto de Jacques-Alain Miller sobre la famosa Carta al Padre de Kafka1el cual se encuentra en las páginas 299-303 de su libro Le Neveu de Lacan2 (para los que no puedan leer el francés hay una versión en castellano disponible en internet)3 .

Por dos razones, me parece un texto muy útil para introducir el tema de nuestro grupo de investigación sobre psicosis y autismo: Arte y escritura: invenciones sintomáticas.

Primero, con respecto a nuestro acercamiento lacaniano a la literatura, me parece un texto modélico que claramente –como vemos tantas veces en las intervenciones de Miller– divide las aguas. Divide las aguas porque da toda una serie de razones que conciernen, en primer lugar, a la cuestión de cómo no leer a Kafka y, en segundo lugar, la de cómo entonces leerle. Podríamos extender muchas de estas razones a la literatura no-neurótica en general, creo, a la literatura y el arte que nos va a ocupar en este grupo para los próximos dos años.

Segundo, con respecto a la obra de Kafka en particular, el texto de Miller da una clave para entender y utilizar, desde nuestra perspectiva, otros textos sobre Kafka. Mencionaré brevemente solo dos de estos textos: las impresionantes contribuciones de Walter Benjamin incluidas en el volumen Sobre Kafka: Textos, discusiones, apuntes4; y el libro, a veces impresionante y a veces un poco delirante, de Deleuze y Guattari Kafka, por una literatura menor.5

Empezando entonces con el texto de Miller mismo, ¿de qué se trata y de qué no se trata en la lectura de la literatura de Kafka?

De lo que no se trata es del padre, de la neurosis y de la medida fálica.

Del padre porque la Carta al Padre casi siempre ha servido como “el puente de los ignorantes de la higiene de las familias”. Por contra, dice Miller, los textos de Kafka no tienen absolutamente nada que ver con la autoridad paterna, ni por su lado protector y civilizador, ni por su lado indigno y abusivo, y como consecuencia “nada que ver con el Padre freudiano, ni con su versión moderna, el Nombre del Padre de Lacan”.

Tampoco de la neurosis porque no está necesariamente implicada por el hecho de que Kafka escriba muy frecuentemente sobre la deuda y la culpa.

Ni de la medida fálica porque cuando Kafka dice en la Carta que su padre es “gigantesco” –imaginándole desplegado transversalmente sobre el mapa de la tierra– esto no significa mayor que otras cosas, sino, en sus propias palabras, “fuera de toda medida”. “Medida de todas las cosas”, añade Miller, este padre –de hecho forcluído, podríamos decir, siguiendo lo que Lacan dice de Joyce– “infecta el universo”.

De lo que se trata en la literatura de Kafka es de muchas cosas, fundamentos de una posible investigación. Nombraré ocho, extraídas del texto de Miller.

Primero, lo que esencialmente está en juego en la obra de Kafka es el infinito, un infinito que sobrepasa cualquier límite o posible orden. Hay “algo entre nosotros que no está en orden, nicht in Ordnung”, dice Kafka a su padre, y Miller subraya que es algo “inubicable, primario, ya está allí”. Ni la muerte pone un límite para Kafka, y su sentimiento de culpabilidad –lejos de ser neurótico– también es infinito. Cuando para K. al final de El proceso, “era como si la vergüenza hubiera de sobrevivirle”, Kafka nos advierte en la Carta que lo escribió, “con razón”, “en recuerdo de este infinito”.

Segundo, lo que trazamos en la escritura de Kafka son los “afectos”, dice Miller –y esta insistencia sobre la posibilidad de leer afectos en una escritura es muy interesante, y algo que podríamos desarrollar quizás en nuestro trabajo– de “un sujeto impensable”. Hay algo implacable, innombrable, a-humano en “el núcleo de su ser”.

Tercero, la mirada es crucial en la literatura de Kafka, pero básicamente esta es una mirada no extraída como objeto del campo del Otro. Miller nos remite otra vez al último párrafo de El proceso, y lo cito:

"Pero las manos de uno de los caballeros se posaban sobre la garganta de K. mientras el otro le clavaba el cuchillo hasta lo más hondo del corazón y lo hacía girar en él dos veces. Con los ojos vidriosos, K. vio todavía cómo los caballeros, mejilla contra mejilla, observaban el desenlace ante su rostro. “'¡Como un perro!', dijo, era como si la vergüenza hubiera de sobrevivirle"6.

Es muy difícil separar aquí “los ojos vidriosos” de K. de esos otros ojos que le observan, que “están allí, cerca de él, muy cerca de él”, enfatiza Miller, “escudriñando como miope en su rostro”.

Esta cuestión de la mirada en Kafka abre también la cuestión de algo que Miller no menciona en su breve texto, pero que ha sido apuntado con bastante insistencia por muchos de los mejores lectores de Kafka; y pienso otra vez aquí en Benjamin y en Deleuze y Guattari. Esta segunda cuestión es la del lugar del objeto voz en la obra de Kafka. Me gustaría incluso formular una hipótesis sobre esta cuestión que voy a seguir trabajando dentro del contexto de este grupo de investigación: una de las funciones centrales de la escritura de Kafka es producir una difícil y problemática extracción de algo del objeto voz (algo que Lacan también dice, por supuesto, de Joyce en el Seminario XXIII: El sinthome). Tomaré solamente un ejemplo de esta posible extracción, de los últimos párrafos de uno de los últimos cuentos de Kafka, Investigaciones de un perro. Un perro enorme está persiguiendo a otro mas pequeño, el narrador-animal del cuento, y este segundo perro nos cuenta lo siguiente del primero:

"El perro comenzaba a elevar la voz desde lo más profundo del pecho, convirtiéndose casi en un cántico […] Se calló, y creí adivinar algo que ningún perro había adivinado antes que yo […] a continuación, hundí mi rostro en el charco de sangre que había ante mí, sintiendo una vergüenza y una angustia infinitas. Creí notar que el perro ya cantaba sin aún saberlo con certeza, que la melodía, separada de él, flotaba en el aire siguiendo sus propias leyes, alejándose como si no saliera de él, y luego se dirigía hacia mí, hacia mí […] no pude resistirme a la melodía, que el perro comenzó a asumir como si fuera suya. Cada vez más fuerte, tal vez su crecimiento no conocía límites y ya casi me destrozaba los oídos. Lo peor era que parecía existir sólo para mí; esa voz, ante cuya excelsitud el bosque enmudecía, existía sólo para mí, y ¿quién era yo, que aún osaba permanecer allí y me arrellanaba sobre mi sangre y mi suciedad […] A mis amigos no les conté nada […] me pareció una experiencia que no debía compartir con los demás"7.

¿No encontramos aquí la escritura de una experiencia auditiva esencialmente alucinatoria, la transformación de un síntoma en algo del sinthome de Kafka –de la misma manera en que Lacan habla de las transformaciones de las epifanías en la escritura de Joyce– incluso con un eco al final de la cita de la incomunicabilidad radical de la experiencia alucinatoria del Hombre de los Lobos tan centralmente resaltado por Lacan? Es una pregunta que también dejaré abierta para la investigación.

Cuarto, Miller nos advierte del hecho de que la literatura de Kafka “no fue escrita por su prójimo. Fue escrito -más precisamente- por alguien que no se parecía a nadie”. Esto es muy contundente, y de nuevo me hace recordar cosas que Lacan dice del sinthome sin amigos de Joyce. Este sinthome no atrapa –como cualquier sinthome en su raíz, Lacan quiere decir– nada de nuestros inconscientes, no suscita nada de nuestra supuesta simpatía. Joyce y Kafka, entonces, dos Unos-todos-solos.

Quinto, el “terror de Kafka, su “Schreck” –mucho más profundo que el mero miedo– prosigue un orden muy peculiar. Si es cierto que el padre de Kafka le profirió frases poco recomendables para un paterfamilias pacificador –frases como “te destrozaré como a un pez”, por ejemplo– el terror que encadenan como enunciados existe antes de su enunciación. “El terror en cuestión no es el efecto de la declaración”, clarifica Miller, “es anterior. Ella es incluso antes de la vida y después también.” Kafka en la Carta lo expresa de forma más punzante aún: “De alguna manera ya estábamos castigados antes de saber que habíamos hecho algo malo."

Sexto, encontramos en las producciones de Kafka toda una serie de perturbaciones del pensamiento. En la Carta otra vez, por ejemplo, dice que cuando supone que el padre desaprueba una idea, esta no puede seguir su camino hasta su conclusión natural. Más específicamente, estas perturbaciones del pensamiento llegan hasta la idea del “cuerpo propio” como tal. “Comencé a dudar -dice Kafka- de lo que estaba más cerca de mí, mi propio cuerpo”. Y en los Diarios busca la definición de lo que Miller llama “una sensación indefinida, como tocar en su cerebro ‘una lepra interna’, como ser el objeto de una ‘disección casi indolora practicada en el cuerpo vivo’”. Cualquiera que ha leído a Kafka sabrá que estas descripciones también tienen una tendencia a deslizarse hasta la infinitización.

Séptimo, Miller señala –en contra de lo que muchos piensan– que no es que Kafka tuviera tantos problemas con el sexo, sino más bien con el matrimonio. Los pasajes eliminados de los Diarios, y publicados en francés por Philippe Sollers, revelan que este amante de la famosa última escena de La educación sentimental de Flaubert frecuentó sin escrúpulos varios burdeles. “El uso del sexo no le fue prohibido de ninguna manera, es el símbolo del matrimonio lo que le quedó inaccesible, el vínculo legítimo.” Si queremos consolarnos con la idea de que Kafka estuvo casado con la literatura –un delirio neurótico por excelencia– sus propias palabras, dirigidas de nuevo a su padre, nos erigen una barrera: “Si tuviera una familia, sería tu igual. Pero cada vez que me acerco al matrimonio, un cordón de tropas se interpone. Se suma una gran deuda impagable. ¡Ve entonces a casarte sin volverte loco!”.

Octavo y último, Miller nos recuerda sobre la relación muy extraña que Kafka siempre mantuvo con la lengua misma. Y cualquiera que ha leído a Kafka en alemán sabrá algo de la singular forma en que habitó este idioma (como la singular forma en que habitó o no habitó su cuerpo), convirtiéndolo quizás –y esta sería otra hipótesis para seguir trabajando– en su propia lalengua. “No soy más -dijo- que el invitado de la lengua alemana”.

Yendo ahora un poco más allá del texto de Miller, pero aún en estrecha relación con lo que dice allí, encontramos en el libro Cuerpos que buscan escrituras8 una conversación clínica entre Éric Laurent y otros, una referencia directa a ese texto que extiende sus varias insights a la posible lectura de otros autores. Laurent está hablando de la misma “ausencia fálica”que Miller discierne en la escritura de Kafka, una ausencia que no se manifiesta en el registro del -j, sino más bien en “la presencia de un goce ineludible, intratable”10; y propone sobre la base de la lectura de este goce una reflexión sobre diferentes figuras de la literatura contemporánea –o más bien modernista– orientada por su abonamiento o no abonamiento al inconsciente:

"Podríamos hacer la serie de Joyce, Kafka, Virginia Woolf como los grandes desabonados, y ver cómo se articulan las novelas, por ejemplo, con el destino. Tenemos el caso de Mishima, que contó su suicidio tantas veces hasta realizarlo, y el hecho de escribir novelas no lo protegió en absoluto de la coyuntura fatal de su vida cuando entró en oposición con su amante. En esta escena final sucedió la realización de lo que había perfectamente anunciado. De la misma manera Kafka no tiene nada que ver con la escritura de una palabra, es una escritura como tal. O, como decía Deleuze, lo que le interesaba en Kafka era la locura de Kafka. Mientras que hay toda una manera de leer a Proust como se lee la novela familiar, a mí me gusta la formulación de Deleuze que es leer en Proust su locura particular. Hay que leer un texto más que interesante de Deleuze sobre Proust [Laurent se refiere al libro Proust y los signos]11 donde se hace escuchar algo de esto. Jacques-Alain escribió un texto muy llamativo sobre Kafka, en el que mostraba que algunos lo leían como una neurosis obsesiva grave, cuando es algo completamente de otro orden. La ubicación de esto nos permite después ver cómo utilizan la escritura los sujetos que pueden apelar a este recurso. Todo esto quedaría pendiente para una investigación."12

No se podría definir mejor, creo, el campo de investigación que se abre ante nosotros para los dos próximos años: un campo dentro de lo cual nos toca localizar algo de la locura particular, singular, de cada artista y escritor que vamos a trabajar.

Volviendo a la locura singular de Kafka llama la atención, por ejemplo, que muchas de las cosas que dice Miller se ven reflejadas en muchos de los mejores textos sobre Kafka. Tomaré solamente un par de ejemplos del brillante artículo de Walter Benjamin Franz Kafka. En el décimo aniversario de su muerte.

Benjamin también consigue precisar la misma infinitización que Miller identifica en su texto en la obra de Kafka, cuando dice que “incluso si la ley permanece irreconocible en Kafka, esto no es porque está escondida por su trascendencia, sino simplemente porque está desprovista de cualquier interioridad: está siempre en la oficina de al lado, o detrás de la puerta, hasta el infinito”13. La ley en Kafka no está velada por el Nombre del Padre, podríamos inferir, si hemos leído a Miller; cede su lugar a un goce ineludible e intratable que revela algo de un inconsciente a cielo abierto.

Y Benjamin también resalta, como Miller, el orden singular de ese terror en Kafka que precede a su solo aparente causa. Hablando en particular del famoso texto de Kafka Ante la ley, pero en general de la problemática de la ley en Kafka como algo que colapsa los diferentes niveles del enunciado y la enunciación –una tesis muy lacaniana avant la lettre– Benjamin dice que “es el enunciado, la enunciación, que construye la ley en nombre de un poder inmanente del que lo enuncia –la ley se confunde con lo que el guardián enuncia, y los escritos preceden a la ley, en vez de ser la expresión necesaria y derivada de ella”14.

Con respecto al libro de Deleuze y Guattari que mencioné al principio, Kafka, por una literatura menor, Miller dice que este filósofo y este psiquiatra anti-psiquiátrico leen a Kafka “inteligentemente”, y que por eso fueron los primeros en separar el destino de Kafka del mito de Edipo. Miller es muy generoso, diría, porque cuando vamos al libro –y especialmente al capítulo dedicado a la Carta al Padre– encontramos allí a Deleuze y Guattari hablando explícitamente de “un Edipo demasiado grande”15, de un Edipo que se expande en la literatura de Kafka hasta recubrir las instancias de la familia, el estado, la burocracia y la economía capitalista como tal. Leer un Edipo brutalmente amplificado en Kafka no es lo mismo, diría, que separarle del Edipo; ni tampoco es separarle del Edipo oponer a este primer Edipo amplificado –y de manera dualista, un dualismo que esencialmente recorre toda la obra de Deleuze y Guattari– otros elementos de la escritura de Kafka denominada en otras partes del libro la escritura de un “cuerpo sin órganos”16 (un término que Lacan criticó, por supuesto, invirtiéndolo, para hablar de la esquizofrenia).

A pesar de estas reservas, sin embargo, hay algo realmente impresionante –y no tan delirante– en el libro de Deleuze y Guattari, algo que Walter Benjamin también enfatiza y que va completamente en contra de las típicas lecturas de Kafka: un dedo apuntado a la inestimable importancia del humor en la obra kafkiana; a la posibilidad de leerle, en última instancia, como un escritor cómico. Utilizaré este énfasis para formular la pregunta de una última hipótesis: ¿no hay algo del humor, de lo cómico, que opera, por su “uso lógico” –para citar otra vez a Lacan hablando de Joyce17en el sinthome de Kafka?

Sabemos de Nora Barnacle que a Joyce le produjo mucha risa escribir sus libros; a Kafka la risa le venía por lo menos, por lo que sabemos de él, en el momento de leer sus manuscritos delante de otros. Como nos explica Harold Bloom, en la misma línea que Benjamin y Deleuze y Guattari: “Sabemos que cuando Kafka leía en voz alta a su pequeño círculo literario de amigos judíos de Praga (lo sabemos porque esto fue registrado por algunos que estuvieron allí, incluido Max Brod, su primer biógrafo) que cuando leía las primeras páginas de lo que iba a ser El proceso, o las del cuento La metamorfosis, él y todo el grupo se descomponían de la risa absoluta, se desternillaban locamente, casi en un frenesí de carcajadas, y que Kafka mismo se reía tanto que estaba a punto de sollozar, y tenía que parar.”18

Yo también pararé aquí, en este punto muy enigmático.

Notes

1.Kafka, F. Carta al Padre. Nueva Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2003.

2.Miller, J.-A. Le Neveu de Lacan: satire. Verdier, París, 2003, pp. 299-303. Todas las citas de Miller que siguen son de estas páginas; y todas las citas de Kafka que siguen son también de este texto de Miller.

3.https://es.scribd.com/document/415859164/Kafka-padre-e-hijo-Jacques-Alain-Miller-texto-revisado-docx

4.Benjamin, W. Sobre Kafka: Textos, discusiones, apuntes. Eterna cadencia, Buenos Aires, 2014.

5.Deleuze, G. & Guattari, F. Kafka, por una literatura menor. Era, Méjico, 1999.

6.Kafka, F. El proceso. Catedra, Madrid, 1999, p. 276.

7.Kafka, F. “Investigaciones de un perro”. Cuentos completos. Valdemar, Madrid, pp. 374-5.

8.Laurent, É. et al. Cuerpos que buscan escrituras. Paidós, Buenos Aires, 2014

9.Ibid, p. 48.

10.Ibid. p. 48.

11.Deleuze, G. Proust y los signos. Anagrama, Barcelona, 2006.

12.Laurent, É. et al. Cuerpos que buscan escrituras. Paidós, Buenos Aires, 2014, pp. 48-49

13.Benjamin, W. “Franz Kafka. En el décimo aniversario de su muerte”. Sobre Kafka: Textos, discusiones, apuntes, p. 57

14.Ibid., p. 61.

15.Deleuze, G. & Guattari, F. Kafka, por una literatura menor, pp.19-27.

16.Ibid., pp.19-27.

17.Lacan, J. Seminario XXIII: El sinthome. Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 15

18.Bloom, H. “The Canon of Western Humor” (entrevista). The Paris Review 136, 1995, p.45.

Howard Rouse

Algunas notas sobre el texto de Miller “Kafka padre e hijo”

NODVS LIX, desembre de 2020

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