El vacío vaciado
Texto presentado en el grupo de investigación sobre Creación y Psicoanálisis en mayo de 2002
Angustia, Estilo, metáfora de la vasija, Tiempo, Creación, Heidegger, Lacan, Zambrano, Objeto a, Vacío, Escritura, La Cosa, Ser-ahí. Ser-en-el-mundo. Ser-en-el-lenguaje. Falta-en-ser
"No tenemos más que un recurso frente a
la muerte: hacer arte antes de que llegue".
René Char
Para que alguien hable, alguien debe ceder su habla y actuar el silencio. Ese esfuerzo de cada uno me produce, desde ya, una deuda. Por eso necesito deciros algo que siendo mío también se espejee (1) en vuestra experiencia. Así que, signifi-cantemos.
Intentaré mostraros el proceso que en mí va de la angustia del Ser a la cura de la creación, atravesando el vacío. Como mi principal objetivo se centra en estimular el debate, dividiré este texto en dos apartados. En el primero fijaré una serie limitada de conceptos básicos para, en el segundo, contaros mi experiencia creadora.
Vacío en Heidegger
Si nos atenemos al núcleo teórico de Heidegger, su noción de vacío se da previamente. Es ontológico. Alude al vacío con el que todos venimos al mundo. Un vacío que es choque consciente del mundo contra el Ser y que produce angustia. Cuando se conciencia que somos seres arrojados al mundo adviene el Ser-ahí, que es un poder ser, en el sentido de que está abierto a un ámbito de posibilidades de las que tiene que "hacerse cargo". A esta posibilidad del ser la denomina proyecto. O sea, que la única manera de superar el vacío consistiría en trazarse un proyecto de vida consciente, y será dentro de esta acción del Ser donde encontraríamos la opción creadora (2).
Mi Heidegger, el que interpreto, transmite la acción del ser, o sea, se me presenta como una progresiva concienciación. ¿Dónde situaría el arranque de esa conciencia?. ¿En la angustia ontológica ante el mundo o antes?. Os pregunto como creadores, ¿no será que el vacío también ha de ser creado?. ¿No será que el vacío de la creación es la moneda pequeña del vacío del psiquismo general al que alude Heidegger, del mismo modo que el objeto a supone "una instancia mucho más modesta, reducida, manejable que la Cosa"? (3).
El vacío otro
Con Miller, entendí la metáfora del vaso o vasija en un doble sentido, porque "la vasija es objeto creado, que viene en más al mundo (y) paradójicamente, tiene al mismo tiempo la propiedad de introducir el menos y, por lo mismo la posibilidad de llenarlo" (4). Por tanto, como Ser-ahí, cuyo proyecto de vida es la creación, he de crear el vacío conscientemente, un vacío capaz de llenarse y albergar el objeto a.
Hecha la diferenciación de vacíos o aceptada su doble funcionalidad, de ahora en adelante utilizaré los significantes heideggerianos en función de los significados que persigo. Puesto que según Jankélévitch "se hable de lo que se hable, siempre es una manera de hablar y siempre se habla de otra cosa" (5).
Propuesta
Mi propuesta otorga, la máxima importancia al hecho, destacado por Lacan, de que el alfarero "crea el vaso alrededor de ese vacío con su mano, - que - lo crea igual que el creador mítico, ex nihilo, a partir del agujero" (6). Y que el alfarero es, sin duda alguna, el/la creador/creadora. Recordemos que Lacan, ya ha transmutado para nosotros el "ser-en-el-mundo" (heideggeriano como) "un ser-en-el-lenguaje" (7), pero ¿qué ocurre cuando ese Ser es un/a escritora en particular? Tratemos pues de describir el escribir mismo.
La identificación alfarera-creadora de vacío, se inscribe en el registro de la producción que, como sabemos, no es un mero reflejo del inconsciente, sino otra cosa. La acción consciente de crear el vacío, y preguntarnos juntos si en esa operación, quasi alquímica, el espacio a vaciar no seremos nosotros, es la intuición que anima El Vacío Vaciado. Y debo, debemos, poder argumentar esa idea, porque creo en Lacan cuando dice que "El hombre - y supongo la mujer - es el artesano de sus soportes".
Junto a Lacan y Heidegger, deseo acudir a otra poética del vacío, la de Mª Zambrano, nunca cabalmente aceptada como filósofa, precisamente, por haber dado prioridad a las visiones de la "poiesis". "El vacío, (nos dice) el vacío salvador, ha de estar dado por una velocidad máxima, por una máxima vibración de esa última realidad que se ha nombrado como espíritu y, supeditadamente, del `alma del mundo´. Su acción hace, crea el vacío". Aquí resuena Heidegger. Pero más adelante, Zambrano toca nuestra noción del vacío actuado al decir que "hay revelaciones que se producen o se dan únicamente en un cierto vacío, que las hace identificables, claras y distintas, pero sin quitarles su raíz misteriosa, la oscura raíz de donde todo emerge, y que como raíz no puede ser otra cosa que un germen que necesita movimiento. Hay que dejar a veces a lo que nace un vacío (…), porque el lleno (continuo) no permitiría al ser que conocemos el sentirse, el serse" (8).
La experiencia del vaciado
1- Desde mi percepción, en el proceso creador, en el mundo como magma de significantes, será la exacerbación de esos significantes los que provoquen el vacío a través de su contrario. Lo lleno que no es, el resto. Así comienzo, flotando entre infinitos estímulos, a todos tratando de responder. Es un estado febril, en el que se pone en juego la identidad toda. Existo, lo noto, porque actúo mis posibilidades, respondo a todas las provocaciones, soy toda yo acción de pensamientos desbocados. Y ¡ay! de mí si no completo, una y otra vez, este vaciamiento para acceder a la creación, porque seré condenada a vivir "novelescamente", psicóticamente, como arriesgada protagonista de tramas imaginarias, abocada al paroxismo de responder a todos los estímulos y puede que a cometer suicidio, como máxima escenificación.
2 - Abordando la escritura como experiencia, para llegar a "la letra como soporte del mensaje (he de vaciar antes, en la letra) su naturaleza de deshecho" (9). Y no es fácil. Para efectuar un vaciamiento, que contenga la semilla de creación, se recomienda el diario. El diario es un"cubo de basura" no sublimado. Actúa como tal. Recoge el resto, el detritus de una vida arrojada al mundo, despersonalizada en los embates que nos son comunes, pero que no por ello nos vinculan a los otros. Es decir, se vomitan los significantes detritus o "litter" y se desbroza la materia, se selecciona.
3 - Ese proceso de vaciamiento por llenado, se bifurca. De él surgen dos posibilidades de actuar, siempre el binario de lo fáctico. Quedo, al fin, escindida entre el "terror vacui" y el íntimo convencimiento de haberme transmutado en iniciada. En un extremo de esta dialéctica continuaré, frenética, llenando mi vacío. En el otro, si puedo, accederé a la acción ex nihilo por excelencia. Crear.
4 - Es un "ars oppositorum". Para llegar a la ciudad sagrada, instalada pero velada en el ansiado vacío, hay que ir nombrando el desierto. Desgranar los significantes que no son pero que, sin embargo, serán herramientas imprescindibles para cercar el vacío. O sea, para construir el vaso. Porque "si la Cosa no estuviese fundamentalmente velada no estaríamos con ella en esa forma de relación que nos obliga - como todo el psiquismo se ve obligado a ello - a cercarla, incluso a contornearla, para concebirla (…). Ella (la Cosa) se presenta siempre como unidad velada" (10).
Ojalá la práctica de merodear lo indecible fuera tan sencilla como tocar el instrumento con el que los pastores italianos se comunican de valle en valle, de vacío en vacío, y que, justamente, se llama "scaccia pensiero". Traducido, ahuyenta pensamientos, es decir, vacía significantes. Un instrumento tradicional que se toca pulsando una cuerda metálica ante los labios y ahuecando, a la vez, la boca para conseguir la máxima resonancia.
5 - Así como el vaso de Lacan/Heidegger, se coloca entre el cielo y la tierra, como ofrenda de doble orientación, cuando el ser se vacía de significantes estériles, en la mente se espejea otro resto pero con función genesíaca o raíz. Se trata de una imagen, una sospecha, una intuición de la obra por venir, un original intransitable porque aún carece de significantes, que habrá de ser copiado, es decir, re-creado en la experiencia o posibilidad creadora, temporal y fáctica del ser. Porque hay que revelarlo, porque "el objeto a es un elemento escondido, determinante y no tiene (todavía) la consistencia, el ser, la naturaleza, el estatuto, la estructura significante" (11).
6 - El objeto a es lo lleno latente esperando su oportunidad. Emergerá cuando el "scaccia pensiero" de la acción de escribir un diario, o de cualquier escritura inconsciente similar, haya vaciado el Ser, como crisol, de las adherencias que lo arrojan al mundo, al magma de la impersonalidad o inconsciencia de sí.
No obstante, no tan simple. ¿Qué empuja? La angustia empuja. Cada cual decide su pernicioso o liberador cultivo a su manera. En mi caso, me vacío respondiendo a los estímulos, conformando un diario detritus, pero he de reconocerlo, raramente consigo salir del círculo. Y de nuevo la angustia, la posibilidad detenida, el diario exacerbado adoptando recurrentes formas: balance, desesperación, sueños, olvido, deseos, culpabilidad, inventario, memoria, arrepentimiento, repetición…. Como el terror al vacío detenido acecha, se genera siempre un placentero blablabla. Una red defensiva que nada me contiene.
7 - Pero el universo, dice Hawking, es finito e infinito a la vez. Para una macromirada el objeto universo tiene sus límites. Para nosotros, en cambio, es infinito. Como el vacío mismo ¿Nos quedaremos en la matérica realidad deseante del recipiente o nos arriesgamos a actuar/ser en el vacío creador?. Pues, "el deseo no tiene sentido si (ha de dar) forma a una cobarde".
8 - Si no hago lo que me gusta no me necesito. Pero ¿escribir me gusta? Iniciado el proceso de creación, un día decido llamarme escritora. Ya sentada ante el blanco sacrificial, dispuesta a sufrir el afilamiento progresivo de la duda ¿qué ocurre? Cada creador/a tendrá sus síntomas, pero seguramente pasarán por estados parecidos al vértigo. Con miles de posibilidades deslizándose, como haces luminosos y cegadores, por un pensamiento incapaz de aprehender otra cosa que la velocidad. Son los ecos de María Zambrano: "El vacío salvador, ha de estar dado por una velocidad máxima, por una máxima vibración de esa última realidad que se ha nombrado como espíritu" (12). Después, pero podría decir, al mismo tiempo, pienso en lo que estoy pensando. O sea, me desdoblo para opinar, sopesar, valorar la conveniencia de lo que imagino que podría escribir. Si no desfallezco, elijo determinada historia, hasta que por transitar todos sus posibles desenlaces, el mismo exceso explosiona en el arranque de la narración. La mano permanece detenida, en proyecto. Escribir no es un solo acto de voluntad, como no es uno solo y definitivo para siempre acto de vaciamiento. Ante mí, como una realidad monstruosa, se levantan por doquier las múltiples formas de lo infinito. Necesito una macromirada que contenga el desbordamiento. ¿Cuál ha sido el error?. "El significante hace surgir al sujeto pero al precio de fijarlo". Sí. Eso ha sido, darme por llena, decirme soy escritora antes de actuar en la escritura. Ojalá que mañana, como nueva vacía, pueda empezar a continuar.
El Tiempo o la identidad
Pero el problema siempre está en otro lado, porque "No se puede creer excesivamente en lo que se puede comprender". ¿Se trata del Tiempo, quizá?. Como sabemos, para Heidegger la temporalidad da sentido a la estructura del Ser-ahí, en su continuo preguntarse, como piedad del pensamiento, en el hacerse cargo de sí, en su Ser para la muerte y en el convencimiento de que la existencia auténtica es la finita. Por eso, empezar a escribir también es afirmar la propia identidad, la contingencia del Ser, hasta extremos insospechados. Es haber abandonado los significantes señuelos y "defender - dice Zambrano - la soledad en la que se está". Pero eso no se da en un "continuum" relajante. Se siente el Tiempo como fragmentado, pasando a golpes por el cuerpo hablante. Sí. Debajo de todos los titubeos está ese tiempo lacerante que estamos dispuestos a darnos para intentarlo. Ese tiempo que determinará el género narrativo. O lo que es lo mismo, el tiempo que podremos aguantar suspendidos/as en la acción creadora.
Cuanto más creamos en nuestra identidad creadora, más lucharemos por olvidar - profilácticamente - la excelencia de nuestras lecturas. Hay que sobre-ponerse y crear desde una creencia desmedida. Pero, escribir creyendo intensamente que podremos emular a nuestros admirados escritores también petrifica. ¿Cuál será el justo medio? Quizá saber que, de alguna manera, están presentes en nosotros, porque al leerlos los co-creamos en nuestra subjetividad. Creo que incluso escribimos con ellos, con la tradición, en la cultura, todos juntos, puesto que "nada se hace a partir de la nada" (13) y menos literatura. Por eso, toda creación ha de ser, a un tiempo y forzosamente, re-creación. Ya podemos decir, sin sonrojarnos, lo que en película dijo uno de los hermanos Marx: "voy a tocar una composición mía de Beethoven".
Para una pintora, el Tiempo que se da puede ser metaforizado por la elección de la acuarela, para terminar hoy, ahora. O el óleo, para añadir capas, esperar que se sequen, y seguir mañana…. ¿Qué tiempo, qué técnica, qué genero nos contendrá? Depende de la creencia en nuestros poderes para transmutar. Si la herencia de los clásicos me anonada, si necesito pulsar mi medida instantes antes de dibujar la primera letra, entonces, poesía. Porque ¿cómo levantarme cada día e ir amontonando las doscientas páginas que darían nombre al género de la novela?. ¿Podré convocar mañana, el vaciamiento imprescindible a la creación o habré sucumbido de nuevo a los estímulos estériles? Sí. Será mejor. Poema.
La diferencia entre la técnica al óleo y la acuarela, se refleja en mi tensión entre la prosa y el verso. Casi no me doy el tiempo porque casi casi, no me creo, pues también "el vacío es la duda, no como método, sino como desembebimiento del hombre" (14) y la mujer.
Escribir, como las demás creaciones ex nihilo, es la trama, la red que sostiene, la estética que abriga y fortalece, el for-dá. Para la que esto escribe, escribir es hacer, desde la conciencia de sí, el mundo otro. Y para eso, antes hay que vaciar conscientemente el vacío y proceder luego a su llenado. Arreglar la falta, la carencia del yo con todas las fases del proceso. Nada está dado. La construcción del vaso, del agujero, será a la medida exacta del llenado. O no se hará. O no será.
Hasta un buen día en que sin buscar, me encuentro "en el blanco sumergida". No tuve inconveniente en hacerme silencio. No albergaba grandes planes ni objetivos. No me llamé nada, ni creí que podría seguir siendo mucho más allá de aquel momento. No iba a emular a nadie, ni podía. Tampoco tuve que otorgarme el tiempo necesario a la escritura. Simplemente, abrí el cuaderno de escribir como un espejo y me vi en voz alta, escribiendo que no sabía qué pasaba. A medida que dibujaba el trazo de las letras, imperceptiblemente, todo lo que sabía sobre técnicas y estilo se puso en marcha. Toqué el vacío. ¿Qué digo? Más. A un mismo tiempo se hizo lleno. Le di forma con palabras. Eran mis significantes. Los vi en un vuelo de la tierra al cielo. Fui poema toda.
En el tiempo del poema sí me daba. Fui adelantada lectora de lo mío. Y como en toda transmutación iniciática, leerme era como sentir por el cuerpo un bálsamo excitante. Como compartir con el Señor la macromirada sobre "su creación (cuando) al final contempló todo y vio que estaba bien. Como (diría también) el alfarero después que (hiciera) el vaso: está bien, es bueno, se sostiene" (15). El valor de la composición emerge del despojamiento, de la desnudez, de la palabra bisturí, me digo hablando del estilo. Pero el estilo sólo aparece en la extensión de la escritura cuando la autora otra se vacía de sí misma. Otros temen tal depuración y preguntan ¿qué sentido guarda tan inextricable voz?. Su significancia, les diría, está del otro lado, en el ocultamiento, en lo no dicho, en lo inefable. Late en el no saber que se sabe, en apuntar mucho más allá y quedarse siempre a punto de conseguirlo. El significado consiste en mostrar la propia fragilidad, en dar corporeidad al vacío, en renombrar el desierto. Así se logra invocar a "aletheia" o la verdad del Ser. El habla y su escritura como desvelamiento, como un "continuum" empírico que desearíamos fuera infinito, puesto que "la fundación de un saber es que el goce del mismo sea igual al ejercicio de su adquisición". Un ejercicio por el que solamente, a veces, intermitentemente, espejeando, soy entregada a mí misma. Llena.
La angustia empuja al Ser creador/a, al Ser-en-el-lenguaje, para que se vacíe de sí, como si se tratara de un recorrido iniciático. En una ascesis similar a la de la teología cátara que Lacan expone en "La creación ex nihilo" (16). Ahí alude al desprendimiento por la muerte para la reintegración en un mundo de lo verdadero, y a la transformación de la materia putrefacta en una materia otra capaz de engendrarse a sí misma. Mi visión del acto creador comprende la noción de vacío, que Lacan toma de Heidegger, o sea, el vaso/vasija que imagino colocado en la base de una "scala dei", como ofrenda de doble orientación, con toda su potencia genesíaca o reproductora. Y en lo alto, el lleno actuado, el vacío vaciado, el objeto a como idea continuamente re-materializada, a la que sólo se accede por reiterados despojamientos, pues, "¿qué es en efecto lo que motivaría una creación sino la falta-en-ser?" (17).
María Zambrano me había susurrado muchas veces el secreto. En el bosque de sus páginas descubrí la "sophrosyne" (18), o el poder aquietador que brinda el arte a ese Ser arrojado al mundo, que ha de vaciarse para llegar a transformarse en su posibilidad
(1) Brillar como un espejo. Particularmente, reflejar intermitentemente la luz como un espejo moviéndose como hacen, por ejemplo, las hojas de los chopos. María Moliner, Diccionario de uso del español, Gredos, Madrid, 1981.
(2) Diccionario de Filosofía. CD- Rom, Herder, Barcelona, 1999.
(3) Jacques-Alain Miller, "Los seis paradigmas del goce", Revista Freudiana, nº 29, agosto-noviembre, Barcelona, 2000, p. 31.
(4) Jacques-Alain Miller, Ibídem, p. 24.
(5) Vladimir Jankélévitch, La muerte, Pre-textos, Valencia, 2002, p. 9.
(6) Jacques Lacan, "De la creación ex nihilo" en El Seminario de J. Lacan, Libro 7, La ética del Psicoanálisis 1959 - 1960, Paidós, Buenos Aires, 1988, p. 151.
(7) Jacques-Alain Miller, "Siete observaciones sobre la creación", Revista Andaluza de Psicoanálisis, nº 12, p. 9.
(8) María Zambrano, "El vacío y la velocidad" en Notas de un método, Mondadori, Madrid, 1989, pp. 124 y 127.
(9) Jaques-Alain Miller, "Siete observaciones…", p. 9.
(10) Jacques Lacan, Op. Cit., p. 146.
(11) Jaques-Alain Miller, « Los seis… », p. 31.
(12) María Zambrano, Op. Cit., p. 123.
(13) Jacques Lacan, Op. Cit., p. 150.
(14) María Zambrano, Op. Cit., p. 127.
(15) Jacques Lacan, Op. Cit., p. 152.
(16) Jacques Lacan, Op. Cit., pp. 153-154.
(17) Jacques-Alain Miller, "Siete observaciones…", p. 7.
(18) Poder aquietador. Se refiere a las "frenes" que conforman la coordinación de los recursos físicos e intelectuales. Equivale a un estado de armonía interna, bienestar o alegría que puede aplicarse a la satisfacción que brinda la obra de arte.
El vacío vaciado
NODVS V, febrer de 2003