Maternidad y feminidad desde el psicoanálisis

Memoria de Investigación para la obtención del Diploma de Estudios Superiores (DES) de la Sección Clínica de Barcelona (*)

  • Publicado en NODVS LXIII, abril de 2022

Resum

La cuestión de la feminidad ha sido abordada por el psicoanálisis desde sus inicios. Desde Freud la feminidad aparece inevitablemente ligada a la maternidad; no obstante, si seguimos desarrollos posteriores dentro de la orientación lacaniana, parece que se hace necesario disociar la feminidad de una definición próxima a lo biológico y lo social, desmarcándola, entonces, de la maternidad. Teniendo en cuenta la ausencia de instinto maternal, siendo, por lo tanto, la maternidad algo regido por el deseo, surgen muchas formulaciones entorno a esta doble conceptualización madre/mujer que intentarán desgranarse a lo largo del presente trabajo. Si hemos de tomar a la mujer una por una, según extraemos de las últimas enseñanzas de Lacan, cabría preguntarse, asimismo, si podemos tomar a la madre de igual manera, una por una. Nos atreveríamos a concluir que hay múltiples versiones de ser madre, al igual que hay múltiples versiones de ser mujer.

Paraules clau

Feminidad, maternidad, masoquismo femenino, goce fálico, goce no-fálico, toda-madre, no-toda madre, posiciones femeninas del ser.

La cuestión de la feminidad ha sido abordada por el psicoanálisis desde sus inicios. Podemos citar tres textos freudianos en los que el autor expone sus investigaciones y algunas conclusiones sobre el tema: Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica de 1925, Sobre la sexualidad femenina de 1931 y La Conferencia 33: La feminidad.

La feminidad introduce una importante y compleja pregunta: ¿Qué es una mujer? Si nos preguntamos por la feminidad y nos hacemos esa pregunta, no es menos lícito preguntarse por la maternidad y realizar una pregunta correlativa: ¿Qué es una madre? A la par de tales cuestiones surge otra previa y fundamental: ¿Madre y mujer son lo mismo? ¿Son diferentes? ¿Cuáles son los puntos de convergencia y/o divergencia?

La dificultad para definir lo femenino más allá de la biología y más allá de las normas sociales, llevaría a disociar lo que suele ir asociado, es decir, una definición de lo femenino por la hembra, digamos, por la maternidad1. Si hablamos de maternidad y feminidad, se hace necesario, tener en cuenta que para el psicoanálisis la maternidad no es un instinto, no existe el llamado instinto maternal. Lacan siempre lo ha relacionado con la mediación simbólica y el deseo.

En la obra freudiana, maternidad y feminidad aparecen ligadas. De sus textos se desprende la idea de ser madre como una posible vía para lo femenino -para él la óptima-. Sin embargo, los desarrollos posteriores desde la orientación lacaniana, nos hacen preguntarnos si la feminidad ha de ir necesariamente de la mano de la maternidad. ¿Para ser mujer es necesario ser madre? Podríamos también hacernos la pregunta inversa: ¿Para ser mujer hay que rechazar ser madre?

No obstante, para Freud la cuestión quedó inconclusa y animó a las psicoanalistas mujeres de la época a investigar sobre su condición femenina. En cierto punto, podemos afirmar que Freud sí vislumbra que puede que haya algo de la maternidad que no es tan natural. Tal y como apunta en su texto Introducción al narcisismo, en la mujer existe un camino hacia un amor objetal en toda su plenitud: la concepción de un hijo. Miller retoma esto en uno de sus cursos2, se pregunta, teniendo en cuenta este planteamiento freudiano, que si la elección de objeto propia de la feminidad es la elección narcisista - ella misma o parte de ella misma-, desear un hijo ya está en los límites de su narcisismo, lo que supondría cierto viraje masculino. Lo que nos llevaría justamente a pensarlo, como planteó en su día Lacan, también por el lado del tener, es decir, la maternidad como algo masculino en la mujer.

Tomaremos el término de Éric Laurent posiciones femeninas3 para abordar dos vías en el estudio de la feminidad desde el psicoanálisis: la idea de masoquismo femenino introducida por Freud y cuestionada por Lacan, y el enigma del deseo femenino.

Freud establece el concepto de masoquismo femenino en un texto de 1924, El problema económico del masoquismo, citamos textualmente: “Pero si se tiene la oportunidad de estudiar casos en que las fantasías masoquistas hayan experimentado un procesamiento particularmente rico, es fácil descubrir que ponen a la persona en una situación característica de la feminidad, vale decir, significan ser castrado, ser poseído sexualmente o parir. Por eso he dado a esta forma de manifestación del masoquIsmo el nombre de femenina, en cierto modo a potiori”4. Hay un texto anterior al de 1924 que se hace necesario referenciar a la hora de abordar este tema, ya que es clave para entender el concepto de masoquismo femenino, se trata de Pegan a un niño, texto de 1919, en el que se abre la cuestión de la clínica de las perversiones sexuales en general y el masoquismo en particular. Si comparamos ambos textos, habría que tener en cuenta que los sujetos de los que habla Freud en el texto de 1919 son neuróticos que fantasean ser pegados, sin embargo, en el texto de 1924, se refiere a las fantasías de sujetos perversos masculinos, que debido a sus características las cataloga de femeninas –o pasivas-, puesto que, en ellas el sujeto se coloca en una posición propia del otro sexo.

La pregunta que nos podemos hacer ahora es: ¿Qué es lo que hay en común entre el perverso masoquista y la mujer? En ambos casos, el sujeto ocupa el lugar del objeto del partenaire. Asimismo, comparten la dimensión de la escena pero con una diferencia. La mascarada femenina supone la escenificación imaginaria del fantasma, y en el caso del perverso la puesta en escena de la fantasía es imprescindible, pero se trata de la puesta en acto del fantasma. Esa es una diferencia fundamental en relación al partenaire. El perverso sabe cómo disponer del objeto para gozar. En cambio, la mujer que se presta a ser objeto del deseo de un hombre con el fin de ser amada, busca obtener un efecto de ser que es del orden del semblante, ser la mujer de un hombre, y más allá del semblante, obtener un goce5.

La pianista (Haneke, 2001), película basada en la novela de E. Jelinek, podría servir para ejemplificar la dificultad de la mujer para instalarse concretamente en la perversión. En un principio, Érica -la protagonista- se muestra, aparentemente, como un supuesto sujeto perverso cuya fantasía va por la vía de conseguir un partenaire que la pegue, la insulte, la amordace. Cuando el azar le pone en su camino a un joven que intenta seducirla, ella le presenta una especie de contrato que recuerda el desarrollo perverso del Severin de La venus de las pieles (Sacher-Masoch, 1870) con su Wanda, que a pesar de sentirse turbada ante sus proposiciones acaba aceptando someterse a su juego masoquista. La diferencia está en que el partenaire de Érica la repudia y no acepta el contrato. Ella continúa insistiendo hasta que finalmente el joven, de modo violento, pone en práctica sus demandas en un momento en que Érica ya no desea eso. Con lo que la escena parecería más propia de una violación que de un sujeto perverso gozando de aquello que ha dispuesto a través de un partenaire para su propio placer. Cuando finalmente se pone en práctica su fantasía no goza de su realización.

Lacan cuestiona y rechaza el concepto de masoquismo femenino. Se pregunta: “¿Podemos confiar en lo que la perversión masoquista debe a la invención masculina para concluir que el masoquismo de la mujer es una fantasía del deseo del hombre?”6. Sufrir por un hombre no sería, entonces, la expresión del masoquismo femenino, expresaría más bien una estrategia frente a la falta. El texto Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina no puede separarse de otro texto de la misma época no menos importante para la aprehensión de la cuestión de la feminidad, La significación del falo. En este escrito Lacan afirma que los hechos clínicos demuestran una relación del sujeto con el falo que se establece independientemente de la diferencia anatòmica de los sexos, es decir que se tenga o no realmente un pene7.

La clave estaría en lo que falta, el falo. El falo no es una fantasía en la doctrina freudiana, ni es un objeto, ni tampoco es el órgano al que simboliza -ya sea pene o clítoris-. El falo es un significante y, por tanto, es algo que impone que sea en el lugar del Otro donde el sujeto tenga acceso a él. Aparece el falo como significante del deseo de la madre, colocándose el niño en posición de falo para satisfacer ese deseo. Es a partir del Seminario 17 que plantea el falo como el significante que representa la falta que el lenguaje produce en todo sujeto.

Éric Laurent toma varios textos lacanianos para introducir la cuestión de las posiciones femeninas del ser. La idea de suplemento aplicado al goce femenino aparece ya en Ideas directivas...: “no reducir el suplemento de lo femenino a lo masculino al complemento del pasivo al activo”8. Podemos apreciar aquí la idea de que “si es que hay un ser de la mujer está en (un) suplemento”9.

Asimismo, si tomamos el texto de Lacan De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis: “Sin duda la adivinación del inconsciente ha advertido muy pronto al sujeto de que, a falta de poder ser el falo que falta a la madre, le queda la solución de ser la mujer que falta a los hombres”10.

Si tomamos la salida schreberiana, el ser la mujer que falta a todos los hombres es una solución psicótica puesto que está planteada en términos universales: se trata de ser el Otro del Otro11Apunta a la presencia en el sujeto femenino de una especie de placa giratòria en el amor, según la cual, la mujer transforma su tener en ser: dar todo al ser amado para ser toda. La falsa solución del masoquismo femenino consistiría en asegurarse un lugar en el fantasma del hombre; se denomina falsa, precisamente, porque de lo que se trata en la posición femenina es de ser Otro para un hombre, tomado del conjunto enumerable de los hombres.

Laurent repara en el hecho de que hay numerosos ejemplos clínicos en los discípulos freudianos –como H. Deutsch- que recurren al concepto de masoquismo femenino para dar cuenta del exceso de privación que produce el amor en las mujeres –más allá del principio del placer-. “Una mujer se pone, entonces, en la posición de ser toda para un hombre o una causa, sin importarle la indignidad de éste o de aquella”12.

Precisamente, hablar de suplemento en la mujer, supone situarla, de alguna manera, por fuera de la lógica simbólica del falo, del más y del menos, de tener y no tener, esta es la lógica fálica. Lacan sale del estructuralismo, es decir, de la oposición simbólica tener o no tener un objeto imaginario como es el falo -al que da el estatuto de significante- para definir lo auténticamente femenino. La mujer se rige, al igual que el hombre, por el goce fálico, pero lo que la define realmente, es el goce más allá de lo fálico, que supone una posición subjetiva femenina. El goce-no fálico es un goce sin límites, que no se puede medir, ni cuantificar, ni localizar y que se manifiesta en forma de extenuación, de éxtasis, de pérdida total del control que afecta en primer lugar al cuerpo como sustancia gozante. En el Seminario 20 Aún Lacan se sirve de la experiencia de los místicos en su relación con Dios para ejemplificar ese goce particular que sitúa del lado de lo femenino.

Ante este planteamiento de la feminidad, se podría decir que madre es la que tiene, tomando la equivalencia freudiana niño=pene y la mujer es la que goza más allá del falo.

Una vez planteada la cuestión del goce femenino, toca ahondar en el recorrido lacaniano entorno a la madre. En el Seminario 5 Las formaciones del insconsciente, Lacan presenta la primera versión de la Metáfora Paterna y dice textualmente en relación a la madre: "¿Qué es lo que quiere, ésa? Me encantaría ser yo lo que quiere, pero está claro que no sólo me quiere a mí"13. La madre como mujer desea algo más allá del hijo. No debemos olvidar que la madre es una mujer. Lacan resumió el Edipo Freudiano en la Metáfora Paterna, que, en última instancia, lo que viene a decir es que la madre es mujer también y que como mujer desea algo más allà de su hijo. Tomando la idea de Winnicott, una madre sólo es suficientemente buena a condición de no ser toda para sus hijos, a condición de seguir siendo una mujer.

A colación de esta última idea, se hace necesario preguntarnos para poder seguir con nuestro desarrollo de la maternidad, qué lugar ocupa el niño en el deseo de la madre.

Si tomamos las respuestas de Lacan a Jenny Aubry14 nos encontramos con que el niño puede ocupar diferentes lugares en ese deseo materno:

- El niño como falo de la madre.

- El niño como síntoma, es decir, como algo de la verdad de la pareja parental.

- El niño como objeto del fantasma de la madre.

Estas tres posibilidades podrían desembocar, teóricamente, en diferentes estructures clínicas en cada sujeto, sin olvidarnos de la propia particularidad del mismo como elemento fundamental en la inscripción en una u otra estructura.

A modo de conclusión, podríamos acabar planteando la no equivalencia madre-mujer. Si hay que tomar a la mujer una por una, según extraemos de las últimas enseñanzas de Lacan, cabría preguntarse, también, si podemos tomar a la madre de igual manera una por una. Nos atreveríamos a decir que hay múltiples versiones de ser madre, al igual que hay múltiples versiones de ser mujer y que cada mujer debe encontrar la suya y si decide ser madre también.

¿Qué lleva a una mujer a ser madre? Lacan nos aclaró que en la maternidad estaría actuando la vía del tener, el goce fálico. ¿Podríamos pensar, por consiguiente, que el deseo de ser madre es análogo al deseo de ser padre, ya que el hombre también se rige por la supremacía del falo? Algo ha de ser distinto, puesto que en el caso de la mujer está implicado el cuerpo, el hijo sale del cuerpo de la madre y cada madre hará algo distinto con eso que ha salido de ella. En la misma línea, habría que señalar que el deseo de ser madre, en general, suele ser bastante más intenso que el deseo de ser padre. Aquí, podríamos apelar, nuevamente, a la castración como posible explicación de esta diferencia.

Parece claro que, en el siglo XXI, para ser mujer no es necesario ser madre. No obstante, sí es verdad, que a través de la clínica, podemos escuchar a mujeres que se sienten presionadas en esta dirección con el consiguiente malestar que, a veces, puede empujarlas al análisis. Acuden, ya sea con objeto de aliviar un deseo muy fuerte de maternidad ante la ausencia de un posible partenaire-padre para su hijo, ya sea en el sentido de un rechazo de la maternidad que entra en contradicción con el deseo de su partenaire, por ejemplo. No son pocas las mujeres que en análisis expresan su deseo de encontrar pareja con el único objetivo de ser madres. En este sentido, hoy en día, la ciencia vendría a reparar –si se puede usar este término aquí- de una manera particular y artificial esta ausencia de partenaire, permitiendo a la mujer ser madre ella sola, es decir, haciendo de la ciencia ese Otro. Habrá que esperar para poder apreciar el tipo de consecuencias a nivel de la clínica en esos niños nacidos de la ciencia. Pero no todas las mujeres toman esa opción. Al fin y al cabo, mujeres que sólo se aproximan al varón con objeto de ser madres las ha habido en todas las épocas de una u otra manera. ¿Podríamos pensar, entonces, que la maternidad sería una manera de acceso a la feminidad? Si es así, Freud no se equivocaba en este sentido; únicamente, que el resto de posibilidades de acceso a lo femenino quedaron en suspenso en su obra. ¿Cuáles serían entonces esas otras maneras que tiene la mujer de acceder a la feminidad? Para Lacan las relaciones entre los sexos giran alrededor de un ser y un tener, que se refieren a un significante, el falo. El hombre, aunque sufra la falta en ser, la compensa mediante el tener y el goce fálico. La mujer, por el contrario, conjuga falta en ser con la privación del órgano, se podría decir que esta falta, en cierta forma redoblada, le abre la posibilidad de una solución que consiste en obtener un efecto de ser de su relación con el hombre, es decir, de ser el falo. Habíamos comentado, anteriormente, que las distintas fórmulas para definir el lugar de la mujer lo hacían en relación al partenaire: ser el falo, es decir, el representante de lo que le falta al hombre; ser el objeto causa de su deseo; y ser el síntoma en que se fija su goce. No obstante, estas fórmulas no dicen nada sobre su posible ser en sí, si no de su ser para el Otro. ¿Cuál es el objeto de la mujer? El hijo se dibuja como un posible objeto a para la mujer, el hijo puede obturar en parte la falta fálica de la mujer, sin embargo ¿nos dice algo acerca de la causa del deseo femenino? ¿Es causa de todo su deseo? Se diría que no.

Miller, en sus cursos psicoanalíticos15, plantea la dicotomía madre-mujer. La madre es por excelencia el Otro de la demanda -como ya vimos en la revisión del Seminario IV, es la potencia que puede satisfacer la demanda-. En cambio, la mujer es el Otro que no tiene, que encarna la herida de la castración. Si oponemos madre y mujer, la madre se dibuja como el Otro de la demanda y la mujer como el Otro del deseo. Miller ahonda en la idea de que la madre podría haber ostentado un estatuto privilegiado en relación a la mujer y que en aquellas sociedades en las que la mujer aparece como un ciudadano con plenos derechos el deseo de maternidad se va desdibujando.

Retomamos una de las cuestiones planteada al inicio de este trabajo: ¿Para ser mujer hay que rechazar ser madre? Siguiendo el desarrollo milleriano, supondría rechazar ser el Otro de la demanda para quedarse como el Otro del deseo. Miller extrae de la clínica discursos femeninos en los que el rechazo inconsciente a la maternidad vendria de la mano del plano imaginario en el sentido de no tolerar la deformidad que supone el embarazo en el cuerpo femenino, y más profundamente, del registro de los estragos de la relación madre-hija, digamos, rechazo de ser semejante a la madre. Podemos conectar esto con la degradación –estructura más común de la vida amorosa del hombre, que Freud aisló-, es decir, esa incapacidad del hombre para reunir en la misma mujer al Otro de la demanda y al Otro del deseo, llevándolo hacía la Otra mujer, la amante. En este sentido querer ser la Otra mujer podría ser una solución al deseo femenino.

Tras el anterior desarrollo, quizás sería pertinente preguntarnos: ¿Ser madre podria suponer un rechazo de la feminidad? Aquí podríamos colocar, de alguna manera, a aquellas mujeres que desean tener un hijo pero descartando al hombre como partenaire.

¿Cuál es la buena madre? Ya hemos visto que la madre suficientemente buena no existe y que aquella madre cuyo deseo se ve totalmente saturado por su hijo puede llegar a acarrearle a éste terribles consecuencias. Tampoco parece que una madre poco dedicada a su hijo sea la solución más adecuada para éste. El lugar del deseo debe ser preservado fuera de la relación con el hijo. Esta sería la clave. La introducción de la Metáfora Paterna como condensador del Edipo freudiano por parte de Lacan, supondría que la madre no sea toda para su hijo, que siga siendo mujer. La madre es una mujer, he ahí el quid de la cuestión. Y no debe olvidarse de que lo es. La maternidad no debería extinguir la feminidad de una mujer, aunque, en ocasiones, ocurre, dándonos la clínica muestras de ello.

 

* El presente texto supone un extracto resumen de la Memoria original presentada en junio de 2017, dirigida por Alicia Calderón de la Barca. Se ha intentado que el texto no pierda lo esencial que deseaba trasmitir a pesar de la reducción de extensión para su publicación.

Notes

1. Brousse, Marie Hélène. "Qu’est-ce qu’une femme?" Le Pont Freudien de Montreal. 2000 (disponible en el sitio web http://pontfreudien.org/content/marie-h%C3%A9l%C3%A8ne-brousse-quest-ce-quune-femme ).

2. Miller, Jacques-Alain. Donc, la lógica de la cura. Paidós, Buenos Aires, 2011.

3. Laurent, Éric. "Posiciones femeninas del ser". Cuadernos Europeos de Psicoanálisis, nº17. 1994.

4. Freud, Sigmund. "El problema económico del masoquismo. (1924)". Obras completas. Volumen XIX. El yo y el ello y otras obras (1923-1925). Amorrortu editores S.A, Buenos Aires, 1976, p. 168.

5. Calderón de la Barca, Alicia. Masoquismo femenino: ¿mito o realidad? Ponencia del SCF en la U. de Granada. 2003.

6. Lacan, Jacques. "Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina". Escritos 2. Siglo XXI, México, 1985, p. 694.

7. Lacan, Jacques. "La significación del falo". Escritos 2. Siglo XXI, México, 1985.

8. Lacan, Jacques. "Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina". op. cit., p. 694.

9. Laurent, Éric. "Posiciones femeninas del ser"op. cit., p. 74.

10. Lacan, Jacques. "De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis". Escritos 2. Siglo XXI, México, 1985, p. 547.

11. Laurent, Éric. El psicoanálisis y la elección de las mujeres. Tres Haches, Buenos Aires, 2016.

12. Laurent, Éric. "Posiciones femeninas del ser". op. cit., p. 85.

13. Lacan, Jacques. El Seminario, libro 5. Las formaciones del inconsciente. Paidós, Buenos Aires, 2009, p. 179. 

14. Lacan, Jacques. "Notas sobre el niño". El analiticón, nº3. Correo/Paradiso, Barcelona, 1983.

15. Miller, Jacques-Alain. Silet (curso inédito) Clases del 30 de marzo y 6 de abril de 1994. Inédito.

Lucía Fernández

Maternidad y feminidad desde el psicoanálisis

NODVS LXIII, abril de 2022

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