Punto vivo del Seminario del Campo Freudiano de Barcelona, correspondiente al 11 de junio de 2022.

Punto vivo correspondiente a la presentación de Doménico Cosenza del capítulo 8 con el título El Otro tachado y la mujer entre centro y ausencia del Seminario 19 … o peor de Jacques Lacan.

  • Publicado en NODVS LXV, novembre de 2022

Paraules clau

Uno, Ser, Otro, Platón, Hegel, Real

 

En esta ocasión contamos con la presencia de nuestro colega Doménico Cosenza, quien centró su conferencia en el capítulo 8 del seminario 19 de Lacan … o peor, bajo el título El Otro tachado y la mujer entre centro y ausencia.
 
Entre las cuestiones que Lacan plantea en esta lección, destacó el papel central que da a lo real del goce, al introducir un corte entre el Uno y el Ser, es decir, entre enología y ontología. De esta forma Lacan se desmarca de la perspectiva occidental que reduce el Uno al Ser, al considerar al primero como un atributo del segundo.
 
En su empeño por resaltar este corte, Lacan convoca a Platón y a Hegel para mostrar: 1) que la empresa ontológica de la filosofía ha consistido en el intento de reducir lo real al significante y 2) que esto se revela como imposible, signo de que lo real no es idéntico al ser.
 
Lacan desarrolla entonces las consecuencias que tiene esto para su concepto de Otro, mostrando que eso es lo que más interesa al psicoanálisis: el hecho de una existencia que va en contra de la ontología semántica.
 
Si se parte del estatuto del Uno como irreductible al Ser”¿Qué pasa con el Otro? Aquí Lacan concibe al Otro desde la perspectiva de la pareja sexual y no como el Otro del significante, algo que en el seminario 20 encontrará su escritura en el Otro barrado. Este es el gran secreto del psicoanálisis, que en el corazón del Otro hay un conjunto vacío.
 
Es esta lógica la que lleva a Lacan - en el seminario 20 - a concebir un más allá del goce representado por la función fálica, al que va a nombrar goce femenino. De modo que el Otro barrado no es sino la otra cara del Uno como real: no hay Otro del sexo, hay uno, por tanto, sólo se goza mentalmente y no sexualmente, porque no hay representante de La mujer en el inconsciente sino un conjunto vacío. En otras palabras, sólo se goza de los fantasmas, o, mejor dicho, los fantasmas gozan ahí donde no hay relación entre los sexos. Pero esta esclavitud del sujeto respecto al goce del fantasma, sólo se le hace evidente cuando este goce se vuelve insoportable porque no es sintónico con su yo.
 
Es para desarrollar este punto que Lacan recurre al Parménides de Platón y a la dialéctica de Hegel, aunque tomando como orientación el discurso analítico–cuyo agente es lo imposible representado por el objeto a - y no el discurso universitario filosófico, que no es sino una variante del discurso del amo.
 
Poner lo imposible como agente (a) permite, según Lacan, hacer una lectura inocente del texto, es decir, una lectura no sometida a las significaciones establecidas por el saber universitario y por tanto abierta a otros hallazgos.
 
Así es como Lacan encuentra en el Parménides un punto de apoyo para realizar un corte entre el Uno y el Ser y teorizar la imposible reducción del uno al otro. En efecto, Platón presenta ahí, de forma estructurada, la extimidad del Uno con respecto al Ser, siguiendo el camino abierto por Plotino. Y esto es lo que le interesa a Lacan: esa falla entre el ser y el uno que lo lleva a concluir que el Ser es siempre Uno, pero hay un Uno que no entra en el Ser. Hay una existencia que se impone como algo distinto de todo lo que es elevado por el significante a la dignidad del Ser. Esta existencia es lo real lacaniano, distinto de la realidad. La afirmación de un goce que viene al lugar del partenaire natural que no existe.
 
Es en el lugar de ese Otro vaciado que encontramos la existencia del Uno como escritura del goce que suple la relación sexual. En eso consiste el realismo lacaniano, en que no se trata del Ser en tanto ser percibido o ser pensado, sino del goce implícito en el hecho de pensar, de la coalescencia entre pensamiento y goce. Por eso no gozamos más que de los fantasmas.
 
Aquí es cuando Lacan convoca a Hegel, de cuya dialéctica Dolors Arasanz nos hizo una muy buena presentación. Para Hegel, el proceso dialéctico culmina en el punto en que la verdad es absorbida por el saber, en la medida en que el saber en sí se convierte en saber para sí o autoconsciencia. En esta lógica, el objeto se realiza cuando se hace objeto de la conciencia, cerrándose así la brecha entre el saber y la verdad cuando la conciencia descubre que el objeto es ella misma.
 
Ahora bien, Lacan trae a Hegel para afirmar que el psicoanálisis demuestra lo contrario: la imposibilidad de reducir el goce al significante y de cerrar la brecha entre saber y verdad. Es lo que se obtiene al final de un análisis, ese uno irreductible al Otro que Lacan llamará sinthome.
 
Lo que Lacan destacará en este seminario, es que hay un goce que no entra en esta dialéctica, porque no se deja negativizar. Se trata del goce como puro acontecimiento de cuerpo, pura positividad o afirmación con la que el sujeto tiene que arreglárselas.
 
Lacan demuestra entonces que Hegel pone un velo sobre lo real al sostener el fantasma de la relación sexual, en la medida en que sueña con hacer copular el saber y la verdad en una completitud sin falla. El psicoanálisis quita ese velo para mostrar que es el goce lo que verdaderamente rige en el ser humano.
 
Jorge Sosa

Punto vivo del Seminario del Campo Freudiano de Barcelona, correspondiente al 11 de junio de 2022.

NODVS LXV, novembre de 2022

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