Comentario sobre las referencias de Ella Sharpe Variaciones de la técnica en las diferentes neurosis (1931) y Requisitos esenciales para la adquisición de la técnica (1930).
Texto presentado en el seminario de la Sección Clínica 2021-2022 La dirección de la cura y los principios de su poder a cargo de Miquel Bassols.
Comentario de dos referencias escritas por Ella Sharpe tomadas por Lacan para dar cuenta de la cuestión del ser del analista en su texto La dirección de cura y los principios su poder. En la primera referencia puntualiza lo fundamental de la falta en ser en la noción de sujeto y, en la segunda, lo problemático de la formación del analista.
Ser del analista, justificación de la existencia, falta en ser, variable, verificación, deseo, formación del analista.
Introducción
Entre 1958 y 1960, Lacan menciona en escritos y seminarios algunas de sus lecturas de textos de Ella Sharpe. Además de las referencias que nos ocupan del escrito sobre la dirección de la cura, al año siguiente en el Seminario 6, dedicará cinco clases para comentar un sueño de un caso de neurosis obsesiva del libro Dream Analysis. Allí Lacan elogia la capacidad de la autora de revelar el lugar activo fundamental que tiene el sueño dentro de un análisis. En el Seminario siete alude al escrito Ciertos aspectos sobre la sublimación y el delirio al hablar de la sublimación en el arte y la extimidad.
Yendo al escrito que trabajamos en este Seminario, en el punto dos dentro del apartado cuatro Como actuar con el propio ser hace referencia a dos textos del libro Technique of psychoanalysis: Variaciones de la técnica en las diferentes neurosis y Requisitos esenciales para la adquisición de la técnica.
En este apartado del escrito, Lacan introduce el tema del ser del analista haciendo una crítica a la noción de Ferenczi de transferencia como introspección del ser del analista por el analizado. Nos dice que, a pesar de lo cómico de esta noción, da cuenta de la falta en ser del sujeto como núcleo de la experiencia analítica. Entonces remite a los textos de Ella Sharpe en la siguiente cita:
“Fuera de este foco de la escuela húngara de tizones ahora dispersos y que pronto serán cenizas, solo los ingleses en su fría objetivad han sabido articular esa hiancia de la que da testimonio el neurótico al querer justificar su existencia, y, por ende, implícitamente distinguir de la relación interhumana, de su calor y de sus engaños, esa relación con el Otro en el que el ser encuentra su estatuto.
Bástenos citar a Ella Sharpe y sus observaciones pertinentes para seguir las verdaderas ocupaciones del neurótico. Su fuerza radica en una especie de ingenuidad que reflejan las brusquedades, justamente célebres, de su estilo de terapeuta y de escritora. No es un rasgo ordinario el que ella llegue hasta la vanagloria en la exigencia que impone de una omnisciencia al analista para leer correctamente las intenciones de los discursos del analizado.
Hay que agradecerle el que ponga en primer lugar en las escuelas del practicante una cultura literaria incluso si no parece darse cuenta de que en la lista de lecturas mínimas que les propone predominan las obras de imaginación donde el significante del falo desempeña un papel central bajo un velo transparente. Esto prueba sencillamente que la elección esta guiada por la experiencia, así como que la indicación de principio es de la más felices”1.
La justificación de la existencia
En Variaciones de la técnica en las diferentes neurosis Sharpe desarrolla una hipótesis a la que llega por la escucha clínica: la justificación de la existencia es el núcleo de los problemas del individuo, ya sea que aparezca como malestar en la normalidad o como manifestación patológica en la neurosis.
Considera a las neurosis como intentos fallidos del yo de justificar la existencia produciendo los síntomas que hacen que la realidad pierda su valor. En la salud mental y la normalidad, la persona que ha conseguido su derecho a vivir tiene un ego que funciona en equilibrio con la realidad, logrando un ritmo vital armónico físico, mental y con la comunidad. En el extremo de la manifestación patológica, la locura y el delirio serían el abandono de la lucha del ego para intentar conseguir dicha justificación. Propone dilucidar las diferencias en la técnica en la paranoia, la obsesión y la conversión histérica a partir de esta perspectiva.
Para ilustrar la clínica en la paranoia, presenta el caso de una mujer joven con un delirio paranoico en el cual su médico le hace proposiciones sexuales, con alucinaciones auditivas y visuales de cuerpos tendidos en sangre y la sensación de una desaparición del mundo inminente. Sharpe considera que la paciente tiene aún dos puntos de anclaje con la realidad que le permiten cierta justificación de su existencia. Por un lado, su trabajo como secretaria y por otro lado, conserva una muñeca, regalo de su padre a los doce años, vestida como una señora mayor con un niño en brazos. Trata a esta muñeca como su talismán, la mira frecuentemente para comprobar que sigue intacta como si fuera un objeto sagrado.
Sus mayores temores son hacer algo malo en su trabajo y ser neurótica. No puede participar de ninguna actividad por fuera del trabajo ya que se siente culpable porque lo considera como prohibido. Presenta periodos que llama nubosos en los que lucha contra el delirio, alucinaciones visuales y auditivas. En cuanto a su situación familiar, Sharpe describe una relación inexistente y automática de la paciente con sus padres y hermanas, con una infancia excesivamente estricta, en donde no tenía permitido ningún placer y estaba obligada a hacer todo lo que pedían. Explica también un vínculo especial de la paciente con el dolor corporal ya que tenía un cuerpo anestésico al sufrimiento: “podía bailar una danza con una chincheta en su pie”2. El delirio aparecía como algo fijo y verdadero, como un sistema cerrado que funcionaba automáticamente, por lo tanto, el problema fundamental de la técnica consistía en poder entrar en ese sistema cerrado y hacerlo accesible.
Durante los primeros tres años del tratamiento Sharpe prioriza el trabajo sobre el superyó, dejando en suspenso todo juicio sobre la realidad de los dichos de la paciente, aunque se presentaran como contradictorios. En las sesiones la mujer no podía asociar libremente, sus sueños eran escasos y confusos, no hablaba con soltura ni se movía en el diván. Por lo tanto, la autora solo señalará cada aspecto de la severidad del superyó en los sueños, en referencia a otras personas y al analista mismo. Entonces se produce un cambio fundamental luego de una intervención de la analista: utiliza un tono de voz diferente aprobatorio cada vez que la paciente dice que quiere disfrutar de algo. Como consecuencia, la paciente realiza las actividades que deseaba hacer y además tiene sueños que marcan el primer relajamiento del sistema cerrado. En los sueños aparece la analista con la que se intercambiaba continuamente los papeles. A esto le siguió otro movimiento importante una semana después, en la que la paciente luego de una visita a la casa en la que había vivido Catalina de Aragón y a partir de una intervención en la que analista mostraba su interés al respecto, comienza a hablar en análisis de su fantasía vital a través de personajes históricos. La escena de su infancia se transformó al surgir fantasías reprimidas que definieron el tipo de experiencia que había negado y reprimido. Al final del análisis, la paciente abandonó su trabajo y obtuvo el diploma de Historia en la Universidad.
Sharpe considera la negación como el mecanismo fundamental en la formación de la paranoia. En este caso, expone lo que desveló el análisis como acontecimiento infantil que forjó el primer modelo de negación de la realidad de la paciente. Un episodio sucedido entre los cuatro y seis años: en la habitación, la niña orinaba al ver el pene de su padre. Nos dice que, en este recuerdo olvidado, se niega no solo la realidad exterior de ver el pene de un hombre sino el impulso agresivo evocado por esa realidad de golpearlo o matarlo. Este modelo de negación funcionará entonces en su experiencia con la realidad y la agresividad dirigida hacia otros también se transformará en amenaza de destrucción hacia su propio ego y cuerpo. Por lo tanto, plantea como salida la sublimación de estos impulsos destructivos, hacerlos consientes, y el camino para lograrlo es el acceso a la fantasía a través del análisis constante del superyó.
En cuanto a las neurosis obsesivas, lo primero que destaca Sharpe es el trabajo incesante y sin descanso del obsesivo en la justificación de su existencia. Ante el deseo de destrucción de sus objetos amados y temidos, su ego realiza un trabajo constante para intentar reducir esos deseos a través de operaciones mágicas. La hostilidad inconsciente se proyecta sobre los imagos parentales que son incorporados y forman un severo superyó, por lo tanto, siente que esa severidad que puede matarlo viene de su interior. Frente a esto, el obsesivo encuentra vías de escape: el ritual y la eyección por el ano del objeto hostil incorporado. Se ve llevado a una rutina cada mas estricta de la que no puede escapar. Estas defensas para preservar su ego de la destrucción se convierten en un sistema casi invulnerable.
Sharpe enuncia una serie de directivas para el análisis del obsesivo, pero lo que expone como primordial para la clínica es que, una vez que desaparecen los síntomas de rituales y actos obsesivos en la vida diaria del paciente, los mecanismos obsesivos reaparecen en la sesión de análisis. Este acontecimiento indica el inicio de un análisis. Pone como ejemplo un caso de un paciente que pasaba horas arrodillado rezando en su casa para evitar accidentes hasta que, en un momento del tratamiento, ya no encontró necesario realizar este ritual. Entonces comenzó a hablar periódicamente de su vida en la sesión como si estuviera realizando una plegaria dirigida al analista. Sharpe considera entonces que hay que discriminar entre este funcionamiento obsesivo y el material, ya que el valor se encuentra en el mecanismo y no en el contenido. Por lo tanto, el trabajo del análisis se centrará sobre la dinámica de la transferencia para tener más posibilidades de vencer el sistema defensivo de anulación del ego.
Por último, Sharpe desarrolla algunos puntos importantes de la clínica de la histeria de conversión, aclarando que, si bien ha realizado una diferenciación clara entre las tres manifestaciones clínicas de las neurosis, en la práctica se presentan en variedad de mezclas. En la conversión, el síntoma físico tiene una función propiciatoria, se ofrece y se exhibe como compensación. El sufrimiento físico es la condición para justificación de la existencia, es un medio masoquista de anular, y, al mismo tiempo mantener, una intención sádica primordial. Explica esta finalidad de “propiciación”, tomando como ejemplo a un libro infantil llamado “El negrito Sambo”, en el que el protagonista se enfrenta a varios tigres saliendo airoso de la situación sin haber perdido nada, ni su vida ni sus pertenencias. Sharpe sostiene que el sufrimiento físico se ofrece para apaciguar la furia proyectada sobre lo padres transformándola en piedad. Nos dice que la técnica se centrará en el análisis de las fantasías masoquistas y hacer conscientes las fantasías sádicas infantiles a las que están ligadas.
Esa relación con el Otro en el que el ser encuentra su estatuto
Lacan rescata la noción de la necesidad de justificación de la existencia tan bien descripta por Sharpe en este texto, como testimonio del estatuto de falta en ser del sujeto determinado por la relación con el Otro del lenguaje. En estos años, Lacan articula la cuestión del ser con el lenguaje, la demanda y deseo en relación con el Otro. Es el lenguaje el que introduce el ser del sujeto por medio de la demanda, pero al mismo tiempo se lo sustrae.
Hay una diferencia fundamental entre este sujeto y el ego descripto en el texto de Sharpe como una función de adaptación a la realidad, una entidad, una sustancia. Miller en el seminario 1,2,3,4, Tomo uno, nos dice que el sujeto de la experiencia analítica es un efecto de significación de una articulación significante, es un lugar, una variable, un vacío que insiste, no es una sustancia. Es un lugar oculto que solo aparece en el análisis y que Freud descubrió en las formaciones del inconsciente haciéndose perceptible en determinados puntos de la cadena. Miller puntualiza que Lacan en Observación sobre el informe de Daniel Lagache aporta la escritura de la falta en ser del sujeto como una elisión en la cadena significante, un significante de menos, un significante tachado y quitado del sistema. Y afirma: “En el fondo, este sujeto ya no es cartesiano, debido a este rasgo, el no ser el ego ante el cual todo se representa. Esto implica de entrada que nunca es presentado. El sujeto no está dado, precisamente porque en su definición figura como variable. Nunca está ahí en presente. En este punto, Lacan hizo uso de los recursos que aportaba el lingüista Guillaume sobre el imperfecto, que en francés puede situarse justo después o justo antes. En este sentido, el sujeto siempre es representado porque siempre está en imperfecto y nunca en presente. Y la representación se verifica precisamente al nivel de la cadena significante”3.
En cuanto a la diferenciación clínica entre la paranoia, la obsesión y la histeria, aunque Sharpe hace una distinción según la justificación de la existencia, también las presenta en un continuum donde la lucha del yo con la realidad y los deseos inconscientes marcan la graduación de lo patológico. En cambio, Lacan en la época de este escrito establece como primordial la noción de estructura clínica para poder diferenciar y pensar abordajes en la clínica, y el deseo y su articulación son los ejes centrales de sus elaboraciones.
En el Seminario cinco, al hablar de la relación del sujeto con su deseo, Lacan afirma que el deseo es evanescente, que la dificultad fundamental es su localización y tiene que ver con que el deseo se ordena desde el lugar significante del Otro, que, además de ser el lugar donde se dirige la demanda, es donde el sujeto ha de descubrir la posible formulación de su deseo. El Otro hace de relevo, de intermediario entre el sujeto y el acceso a su deseo. Pero justamente allí es donde aparece una paradoja: ya que este Otro, en tanto encarnado en un sujeto, está poseído también él por su propio deseo y su propia falta, que le es ajena al sujeto demandante. Frente a la angustia de la pregunta ¿qué quiere el Otro de mí? el sujeto neurótico construye formas de respuestas, el síntoma y el fantasma, que permiten mantener articulado el deseo, ya sea como deseo insatisfecho en la histeria o imposible en la neurosis obsesiva. En la psicosis hay una decisión del sujeto, la insondable decisión del ser, de forcluir el significante del nombre del padre, que permitiría metaforizar el deseo opaco del Otro materno y dar lugar a la significación fálica. La palabra del Otro le habla porque no se ha realizado la organización simbólica que le permita enviar al Otro a su inconsciente y el delirio trata de restaurar el deseo del Otro al atribuirle un deseo esbozado, imaginario, que es el del sujeto.
Formación del analista
Requisitos esenciales para la adquisición de la técnica es un escrito dirigido a los estudiantes de psicoanálisis sobre los fundamentos de su formación y los requisitos que tendrían que cumplir para poder realizar una práctica psicoanalítica.
Ella Sharpe considera que el saber de la técnica se adquiere de dos formas: por medio del análisis personal y del estudio de textos psicoanalíticos. El análisis personal es la forma de adquisición más importante y fundamental ya que el hecho de haber pasado por la experiencia del análisis permitiría la asimilación inconsciente de la técnica. Destaca la importancia de reconocer sus fracasos para intentar resolverlos y lograr una técnica cada vez más fina y sutil. La técnica debe tener en cuenta lo particular de cada individuo y adaptarse a cada caso y son estas sutiles adaptaciones las que marcan la diferencia entre una aplicación de la técnica rígida con normas muertas y un análisis móvil de una persona real. Con respecto al estudio de textos psicoanalíticos, además de la referencia obligada a los textos de Freud, Sharpe nombra trabajos de Ernest Jones y Edward Glover, influyentes psicoanalistas ingleses cuyas teorizaciones fueron importantes para sus elaboraciones.
Para introducir el tema sobre los requisitos que debería cumplir el estudiante de psicoanálisis, nos habla de una relación especial entre el saber teórico y la técnica en psicoanálisis. Enuncia un principio primordial: el almacenar saber no garantiza la buena ejecución de la técnica. Ilustra este principio con la diferencia entre el pintor o el escritor que realizan una obra de arte y aquel que tiene el saber enciclopédico sobre arte o el crítico literario. En el caso del psicoanálisis, afirma que el buen técnico tiene que poseer los conocimientos científicos sobre psicoanálisis, pero que este saber no lo capacita para entender el camino por el cual fueron obtenidos. Considera que el arte de la técnica precede a la ciencia del psicoanálisis y que ésta se elabora a partir de lo que surge en la clínica. Por lo tanto, no es cuestión de aprender formulas técnicas y aplicarlas sobre un individuo metódicamente. Cito a Sharpe: “El psicoanálisis deja de ser una ciencia viva cuando la técnica deja de ser un arte”4.
En consecuencia, se pregunta qué tiene que cumplir esta técnica, qué es lo que esperamos de un analista en un análisis. En primer lugar, es necesaria una atmósfera especial que permita un decir sin límites, que el paciente hable y asocie libremente. Del lado del analista se espera una escucha compasiva, alguien que comprenda los puntos de vista, dificultades y conflictos del paciente. A partir de estas premisas, el paciente podrá dar lugar a las razones que le devuelve el analista, es decir, se espera del analista que haga consciente lo reprimido inconsciente. Tomando como punto de partida estas exigencias con respecto a la técnica, la autora plantea entonces una serie de requisitos esenciales para que el estudiante pueda adquirirla.
Comienza especificando el interés que debería tener un aspirante a analista y nos dice que debe dirigirse hacia las vidas y pensamientos de la gente pero que dejará de lado cualquier impulso reformador, educador o de insistencia en la cura. Este interés se transformará en un deseo de saber sobre toda experiencia humana, sus impulsos inconscientes y los mecanismos que la originan. Sharpe retoma aquí el concepto de Ernst Jones de curiosidad benévola, para dar cuenta de la suspensión del juicio sobre toda experiencia humana.
Estos conocimientos se obtendrían no solo en la consulta clínica y en libros científicos sino en la vida, en las relaciones con las personas y en la literatura, ya sea ficción, historia, poesía, biografía o drama. La autora considera también fundamental el saber sobre la infancia, ya que toda actividad sublimatoria de la edad adulta sería consecuencia de los deseos infantiles. Por lo tanto, hace una lista de libros y autores de obligada lectura, entre lo que incluye a los grandes clásicos de la literatura infantil como Lewis Carol, los hermanos Grimm o Andersen junto con los Mitos y las Tragedias griegas y todas las obras de Shakespeare. Llega a proponer un examen excluyente para analistas en donde deberían desde recitar de memoria algún clásico de la poesía hasta explicar cuentos infantiles e interpretar las fantasías inconscientes que escenifican. Y enuncia: “En algún lugar de esta lista de historias inmortales encontraríamos todos una fantasía inconsciente propia”5.
Los otros requisitos que Sharpe expone como esenciales son un conocimiento actualizado de la doctrina psicoanalítica y un análisis personal tan profundo como sea posible. Plantea la imposibilidad del fin de análisis porque no se puede alcanzar el estado de perfección de lo completamente analizado, ya que la fuerza del inconsciente es inagotable y los problemas persisten. Entonces la autora centra sus comentarios sobre los criterios necesarios para considerar que un análisis ha sido lo suficientemente profundo como para garantizar que tendrá como resultado un buen analista.
Lo primero que puntualiza es que el análisis debe revelar un interés especial del analizado por lo inconsciente y una capacidad para leer el sentido inconsciente de los sueños, fantasías y conductas. En segundo lugar, el aspirante a analista tiene que conocer las causas de sus prejuicios, aquellas represiones que dan a lugar a puntos de ceguera. Esto le permitirá estar prevenido porque, en estos puntos, su técnica tendrá fallos. En el siguiente criterio nos dice que, al considerar toda actividad humana como una sublimación de deseos inconscientes, el análisis debe revelar cuáles son estas motivaciones que lo han llevado a ser psicoanalista. Sharpe hace hincapié en estar prevenidos del deseo de curar, de la ansiedad oculta de obtener la cura del paciente, ya que solo produce estragos en un análisis. Por el contrario, lo fundamental en la técnica es seguir el tiempo y las peculiaridades de lo individual de cada paciente.
Otro criterio esencial para considerar un análisis personal lo suficientemente profundo es el conocimiento de las fantasías de omnipotencia, consideradas como un problema en el trabajo analítico, especialmente si permanecen inconscientes del lado del analista. Ella Sharpe puntualiza que el paciente proyecta el saber absoluto y la perfección sobre el analista. La posición óptima del analista frente a esta proyección es la de dar cuenta de la verdad de la realidad, mostrándose falible, sobre todo admitiendo los errores causados por lo inconsciente. Por lo tanto, la puesta en duda del analista le permitiría al paciente cuestionar sus propias fantasías de omnipotencia y ganar saber sobre la verdad del funcionamiento del análisis y de lo inconsciente. Por último, expone el criterio esencial de poder hacer frente a los conflictos propios actuales y tener la capacidad de analizarlos bajo la luz del pasado, del ello y del superyó. Como el analista trabaja desde su inconsciente dinámico e ingobernable, debe ser honesto para aceptar sus limitaciones: no siempre podrá controlar las fuerzas inconscientes por medio de procesos lógicos conscientes y deberá ser cauteloso con las interpretaciones que da a sus pacientes.
Como conclusión, Ella Sharpe señala dos aspectos de la actividad del analista que la hacen especial y con los que cada uno tendrá que arreglárselas. Por un lado, su pasividad y receptividad de escucha constante cuya compensación pasará para algunos por la actividad/productividad, mientras que otros lograrán un equilibrio ejercitando diferentes sentidos y facultades o externalizando objetivamente sus pensamientos. Por otro lado, como el analista trabaja con el inconsciente, su impacto es mayor que en cualquier otra actividad, y esto supone entonces una alta sensibilidad hacia lo inconsciente en sí mismo y en los otros. En consecuencia, considera importante que el analista circunscriba su trabajo de interpretación del inconsciente a la consulta analítica y lo deje de lado en su vida diaria. Finaliza diciendo: “Fuera de la sala de consulta necesitamos ver la vida al completo (life whole) y recordar que nuestra cultura es inseparable de nuestros conflictos” 6.
Formación de un analista
La pregunta sobre la formación en psicoanálisis remite siempre a la pregunta qué es un analista y, consecuentemente, cómo se llega a ser un analista. Estas son preguntas que marcaron el recorrido de la enseñanza de Lacan.
En su elaboración sobre la formación, Sharpe insiste en el lugar del análisis personal, aunque se trate de un análisis interminable, como pilar para la adquisición de la técnica y como requisito primordial para que el analista este prevenido de sus propias limitaciones. Pero lo que rescata Lacan como la indicación de las más felices es la necesidad una cultura literaria. En el escrito sobre la dirección de cura, Lacan tiene una posición muy crítica frente al psicoanálisis de la época, hasta plantear la cuestión de reinventar el análisis.
Específicamente en relación con la formación del analista, en el escrito Situación del Psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956 realiza una crítica feroz al análisis didáctico y a la estructura de poder que marcaba a la institución psicoanalítica. Afirma con humor que, a falta de no poder establecer un lazo de sangre o una alianza por medio de la adopción, se utilizan modos de reproducción imaginaria para los nuevos psicoanalistas, “el único se pluraliza”7, como si fuera la impresión de una revista con su tirada de una cantidad de ejemplares. Y como este proceso está condicionado a la realización de un análisis didáctico, son los mismos didactas los que han elaborado la teoría del fin de análisis como la identificación con el yo del analista, creando así un círculo endogámico de reproducción de lo mismo.
Lacan considera que la otra coordenada que atraviesa el problema de la formación del analista es la pobreza y falta de rigor conceptual de las elaboraciones después de Freud, que se suma a una política de silencio, aceptación y reproducción dogmática por parte de los nuevos analistas. Lacan dice: “Pues si hemos podido definir irónicamente el psicoanálisis como el tratamiento que se espera de un psicoanalista, es sin embargo ciertamente el primero el que decide de la calidad del segundo”8. Puntualiza que desde Freud ninguna noción nueva ha sido introducida a no ser el concepto de frustración que se utilizaba para explicar todo. Expone un vicio presente en los trabajos analíticos de la época: confundir la actitud asistemática de la asociación libre y la atención flotante necesaria para el análisis con la exigencia en la enseñanza de lo inarticulado, de dar vuelo a las fantasías psicológicas e “intentar designar lo inmediato de lo trascendente”9 con metáforas como, por ejemplo, el esponjamiento de la angustia o el agotamiento de los fantasmas.
Frente a esta situación, Lacan introduce el significante y lo simbólico como nociones fundamentales en el camino de retorno hacia las elaboraciones freudianas desde el desvarío imaginario de los postfreudianos. Nos dice sobre Freud y la repercusión de lo simbólico en la clínica: “Y puede decirse que al insistir en que el análisis de la neurosis fuese siempre referido al nudo del Edipo, no apuntaba a ninguna otra cosa sino a asegurar lo imaginario en su concatenación simbólica, pues el orden simbólico exige tres términos por lo menos, lo cual impone al analista no olvidar al Otro presente, entre los dos que no por estar allí envuelve al que habla” 10.
Afirma también que, si el inconsciente se da a conocer por los efectos del lenguaje, no hay forma de estilo, por más elaborada y erudita que sea que el inconsciente no maneje. Propone entonces imponer al analista un esbozo de formación sobre la problemática del lenguaje, la distinción entre significante y significado y la primacía del significante, su lógica combinatoria y su determinación simbólica. Cito a Lacan: “Un psicoanalista debe asegurarse en la evidencia de que el hombre, desde antes de su nacimiento y más allá de su muerte, está atrapado en la cadena simbólica, la cual ha fundado el linaje antes de que se borde en él la historia- avezarse en la idea de que es en su ser mismo, en su personalidad total como dicen cómicamente, donde está efectivamente tomado como un todo, pero a la manera de un peón, en el juego del significante y desde antes de que las reglas le sean trasmitidas, si es que ha de acabar por sorprenderlas; pues este orden de prioridades debe entenderse como un orden lógico, es decir, siempre actual” 11. Por lo tanto, es tal vez el lugar de lo simbólico y el significante en esta etapa de sus elaboraciones lo que lleva a Lacan a remarcar como fundamental el principio de Sharpe sobre la cultura literaria del analista.
A modo de conclusión y para pensar la noción de formación del analista en la actualidad, tomo como referencia una conferencia de Graciela Brosky sobre el efecto de formación de los analistas, en la que plantea esta noción como un real que no cesa de insistir. Un real marcado por las siguientes paradojas: no hay un universal del analista, el analista no existe, pero hay analista que es uno por uno; tampoco se puede saber por adelantado quién llegará a ser analista, pero se quiere garantizar su calidad.
Brosky añade otra pregunta: ¿de qué está hecho un analista? Y nos dice que un analista sería el resultado de traumatismos que producen ciertos encuentros, ya sea en el control, en la práctica, en los textos que consulta, en la enseñanza que sigue. Estos encuentros producen un efecto de división subjetiva y una falla en el saber entre la causa y sus efectos. Por lo tanto, la formación del analista debería respetar la falla en el saber y no olvidar que esta confrontación es traumática y produce una división subjetiva. Y finaliza afirmando: “Pero esta condición no es suficiente: la falla en el saber y el efecto subjetivo sólo se vuelven un efecto de formación si añadimos un tercer paso que implique una ganancia de saber.
- Para producir un efecto de formación, ese saber –incluso si debe nutrirse del saber textual- exige un paso más en lo que concierne a la práctica analítica.
- Este saber debe ejercerse en dos vertientes: el saber ser el objeto a, que es un saber arrancado al fantasma y el saber hacer, que es un saber hacer con el síntoma.
- Finalmente, ese saber ¿puede demostrarse para otros?”.12
1.Lacan, Jacques. (1966-2009) La dirección de la cura y los principios de poder, En Escritos 2. Siglo XXI Editores, Buenos Aires, p. 585
2. Sharpe, E. (1931) Variaciones de la técnica en las diferentes neurosis, p.5, En Technique of psychoanalysis, traducción de Miquel Bassols, archivo de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona
3. Miller, Jacques Alain (2021) Cap. VIII, El lugar del sujeto, En 1,2,3,4 Tomo I. Paidós, Buenos Aires, p.158
4. Sharpe, E. (1930) Requisitos esenciales para la adquisición de la técnica, p. 2. En Technique of psychoanalysis, traducción de Miquel Bassols, archivo de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona.
5. Sharpe, E. (1930) Op. Cit- p. 5
6. Sharpe, E. (1930) Op. Cit- p. 10
7. Lacan, Jacques. (1956-2009) Situación del Psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956,. En Escritos 1. Siglo XXI Editores, Buenos Aires, p. 447.
8. Lacan, Jacques. (1956-2009) Op. Cit, p. 432
9. Lacan, Jacques. (1956-2009) Op. Cit, p. 434
10. Lacan, Jacques. (1956-2009) Op. Cit, p. 435
11. Lacan, Jacques. (1956-2009) Op. Cit, p. 439
12. Brosky,Graciela. (2002) Conferencia en la ECF sobre el efecto de formación de los analistas. En Revista Virtualia, Número 5- Abril/Mayo 2002- Link: http://www.revistavirtualia.com/articulos/709/la-formacion-del-analista/conferencia-en-la-ecf-sobre-el-efecto-de-formacion-de-los-analistas
-Lacan, Jacques. (1966-2009) La dirección de la cura y los principios de poder. En Escritos 2. Siglo XXI Editores, Buenos Aires.
-Sharpe, E. (1931) Variaciones de la técnica en las diferentes neurosis. En Technique of psychoanalysis, traducción de Miquel Bassols, archivo de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona.
-Miller, Jacques-Alain (1984-2021) Cap. VIII, El lugar del sujeto. En 1,2,3,4 Tomo I.Paidós, Buenos Aires
-Lacan Jacques. (1958- 1999) La dialéctica del deseo y de la demanda en la clínica y en la cura de las neurosis, capítulos XXIII al XXVIII. En Seminario V las Formaciones del Inconsciente. Paidós, Buenos Aires.
-Sharpe, E. (1930) Requisitos esenciales para la adquisición de la técnica. En Technique of psychoanalysis, traducción de Miquel Bassols, archivo de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona.
-Lacan, Jacques. (1956-2009) Situación del Psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956. En Escritos 1. Siglo XXI Editores, Buenos Aires.
-Brosky,Graciela. (2002) Conferencia en la ECF sobre el efecto de formación de los analistas. En Revista Virtualia, Número 5- Abril/Mayo 2002- Link: http://www.revistavirtualia.com/articulos/709/la-formacion-del-analista/conferencia-en-la-ecf-sobre-el-efecto-de-formacion-de-los-analistas
Comentario sobre las referencias de Ella Sharpe Variaciones de la técnica en las diferentes neurosis (1931) y Requisitos esenciales para la adquisición de la técnica (1930).
NODVS LXV, novembre de 2022