Referencia de la teoría de la transferencia de Daniel Lagache
Trabajo presentado para el seminario La dirección de la cura y los principios de su poder coordinado por Miquel Bassols.
Transferencia, Clínica, analista, transferencia psicoanalítica
El Libro La Teoría de la Transferencia, de Daniel Lagache, cuya primera edición fue en 1951/1952, agrupa un recorrido amplio y riguroso sobre el concepto de transferencia, sus avances y diferentes percepciones teóricas. Dicho texto fue presentado como informe en el Congreso de Lenguas Romances en 1951. Otorgando un reconocimiento, Lacan afirma: "es el trabajo de nuestro colega Daniel Lagache al que hay que recurrir para tener una historia exacta de los trabajos que, alrededor de Freud prosiguiendo su obra y desde que nos la legó, han sido consagrados a la transferencia, descubierta por él. El trabajo va mucho más allá, aportando en la función del fenómeno las distinciones de estructura, esenciales para su crítica."1
En la primera parte del informe, Lagache realiza un paso cronológico de la historia de la teoría de la transferencia, tomando como punto de partida los textos freudianos de Estudios sobre la histeria, el caso Dora, la etapa intermedia de los Escritos técnicos y las Conferencias de introducción al psicoanálisis, para llegar a los textos posteriores al giro de los años 20, como Más allá del principio del placer, Psicología de las masas y análisis del yo y Análisis terminable e interminable. En ese recorrido problemático del concepto, Lagache intercala acertadamente los debates de Freud con Otto Rank y Sándor Ferenczi, las exposiciones que se llevaron a cabo en el Congreso de Salzburgo (1924) por Hamis Sachs, Franz Alexander y Sandor Rado y las teorizaciones de Wilhelm Reich sobre la transferencia negativa.
Luego, se encuentran elaboraciones como las de James Strachey o Anna Freud, los resultados terapéuticos en el Congreso de Marienbad (1936) con Edward Glover y Otto Fenichel, entre otros, los desarrollos en la clínica con niños de Melanie Klein y Karen Horney (1939), los cambios técnicos propuestos por la Escuela de Chicago (1946) con Franz Alexander a la cabeza, para culminar en los planteos de Ida Macalpine (1950) sobre el problema de la producción de la transferencia.
Posteriormente, Lagache realiza un análisis teórico del tema, detallando los elementos de lo que podría ser considerada la teoría de la transferencia: terminología, conceptos, causas, efectos y evolución. Dice Lagache en su introducción:
"La confirmación de las lecturas y conversaciones nos da la impresión, o la ilusión, de que esta parte de nuestro informe no ha dejado de lado ningún aspecto esencial del problema. Huelga decir que hemos abordado la clínica y la técnica únicamente desde el ángulo del problema teórico cuyo estudio nos ha sido encargado"2.
Lagache trabaja la transferencia como un verdadero problema para el psicoanálisis y su elucidación requiere para él de una revisión exhaustiva.
En su texto se encuentra un estudio detallado del término transferencia en tres contextos distintos: el sentido general, la Psicología y el Psicoanálisis. Respecto al sentido general, retoma la definición de Lalande como la operación por la cual algo (objeto, institución, propiedad, estado) es trasladado de un lugar o de un sujeto a otro. En el ámbito de la Psicología, fue utilizado con referencia a las sensaciones, a las percepciones, a los valores, a las emociones y a los actos. Es en esta vertiente, donde cita la definición de Pièron, como transferencia de entrenamiento o de aprendizaje, recordando que en general, la adquisición de un hábito favorece, por efecto de transferencia, las adquisiciones de hábitos análogos.
De ese modo, se planteará una transferencia positiva cuando el aprendizaje de una tarea facilita el aprendizaje de otra y negativa cuando ocurre lo inverso en el sentido del obstáculo. Finalmente, en el contexto del Psicoanálisis, retoma la definición de Freud como un desplazamiento de afecto sobre la persona del analista, así como los aportes de Ferenczi, Glover, Klein y Fenichel. Si bien es cierto que en esta época Lacan intentó no dejar a su colega en el bando enemigo, nunca se mostró partidario de hacer del psicoanálisis una rama de la psicología. Justamente, en el Informe sobre la transferencia, denuncia el peligro de transformar al sujeto del inconsciente freudiano en un homo psychologicus.
De esta manera, Lacan despeja la naturaleza de la transferencia por fuera de cualquier efecto psicológico y la ubica en función del dispositivo mismo que implica un psicoanálisis, donde “el sujeto, hablando con propiedad, se constituye por un discurso donde la mera presencia del psicoanalista aporta, antes de toda intervención, la dimensión del diálogo”3.
Lagache, citando a Freud en el epílogo del caso Dora: “la cura psicoanalítica no crea la transferencia; meramente la revela”4, y lo hace a partir de la promesa de significación que sostiene el analista al impartir al analizante la obediencia de la regla fundamental.
Ese diálogo singular que pone en juego un análisis no es sin el uso sugestivo de la palabra y, en tal sentido, Freud presta atención al relato del sufrimiento neurótico por suponer en su causa una verdad reprimida. Es así como Lacan tiene muy presente el estudio de Hegel y su Fenomenología del espíritu, para definir al psicoanálisis como una experiencia dialéctica (y no afectiva) donde se plasma la verdadera naturaleza de la transferencia, y se sirve como demostración (al igual que Lagache, pero con un acento distinto) del caso Dora, “expuesto por Freud bajo la forma de una serie de inversiones dialécticas”5. Que la dialéctica sea el término que permita releer los fundamentos de la dinámica de la transferencia freudiana (motor y obstáculo de la cura) tiene todas sus consecuencias a la hora de dar cuenta de los desarrollos de la verdad en el caso, para llegar a una definición de la transferencia que contemple el automatismo de repetición.
Dice Lacan en los Escritos6 que la transferencia no es nada real en el sujeto, sino la aparición, en un momento de estancamiento de la dialéctica analítica, de los modos permanentes según los cuales constituye sus objetos. La repetición en transferencia es el modo para Lacan de poner en primer plano la inercia fantasmática que se opone a la pura dialéctica.
Si el analista es incluido en la serie de los primeros objetos de amor, ello implica que la transferencia se enlaza a un automatismo de repetición que no es efecto de un proceso psicológico conductual como quería Lagache, sino la clave de la constitución del objeto en el fantasma neurótico. Nuevamente, Lacan se expide sobre el modo de concebir la repetición en el campo del psicoanálisis que no requiere de la teoría de la buena forma para su conceptualización. Es el lenguaje, en su combinatoria significante, lo que permite entender la repetición en acto, el famoso agieren freudiano, como un modo diverso y novedoso de recordar. Por lo tanto, para Lacan, tomar a la transferencia bajo la experiencia de la buena forma que propone la Gestalt es ir en contra los postulados del propio Freud: el sujeto del inconsciente no es el sujeto de la buena forma sino el sujeto en permanente conflicto, donde la tendencia a la unión representada por la libido-Eros encuentra su límite en la pulsión de muerte, que divide la unidad del yo.
En el Capítulo III, Lagache hace referencia a La transferencia en los escritos técnicos de Freud y en la Intoducción al Psicoanálisis (1019-1919) y aborda La dinámica de la transferencia (1912).
Lagache enuncia que la capacidad de amar de cada individuo se caracteriza por la repetición constante, a través de toda la vida, de un cliché o un estereotipo (o una serie de ellos), que determina las condiciones de esa capacidad de amar, así como las necesidades y los fines que habrá de satisfacer.
Cita a Freud, quien habla al respecto de introversión de la libido, de regresión, de reanimación de imágenes infantiles, enunciando que en toda persona cuya necesidad de amor no está suficientemente gratificada por la realidad, las tendencias libidinales que esperan se despiertan inevitablemente cuando el sujeto entra en contacto con un nuevo objeto. Es muy probable que las dos porciones de su libido, la consciente y la inconsciente, participen en esta actitud7. Freud recurre a la secuencia de: fijación, frustración, regresión. Los mismos fenómenos entran en juego en la relación entre el paciente y el psicoanalista, quien es asimilado a prototipos preexistentes, ya sea que éste se preste realmente a tal asimilación, ya sea en forma más o menos irracional y fuera de realidad, al mismo tiempo por la calidad y por la intensidad de los fenómenos de transferencia.
Las particularidades de la transferencia psicoanalítica se entienden en relación con la resistencia, que no se puede explicar sino por la distinción entre transferencia positiva y transferencia negativa. La transferencia positiva es la transferencia de afectos cariñosos y amistosos, su actualización consciente tanto como sus prolongaciones inconscientes se apoyan siempre sobre una base erótica. La transferencia negativa es la de sentimientos hostiles. Coexiste con la transferencia postiva, apareciendo ambas dirigidas simultáneamente sobre el mismo objeto. La ambivalencia parece ser normal hasta cierto límite; pero un alto grado de ambivalencia es un rasgo neurótico. De aquí deriva la aptitud de los neuróticos para convertir la transferencia en resistencia.
Lagache, citando a Freud, describe la relación entre la transferencia y la resistencia, cuando el psicoanalista tropieza con los escondites de la libido introvertida, la regresión se alza con la labor analítica. Lo menciona referente a cuando el contenido del complejo se transfiere a la persona del psicoanalista, el detenimiento de las asociaciones se puede vencer a menudo asegurando al paciente que tiene un pensamiento relacionado con el psicoanalista.
La transferencia psicoanalítica expresa un conflicto entre el paciente y el psicoanalista. “Los impulsos inconscientes no quieren ser recordados, como la cura lo desea, sino que tienden a reproducirse conforme a las condiciones características de lo inconsciente. 8
Respecto a la función del psicoanalista, el interés de Freud se mantuvo en demostrar y recomendar la actitud acogedora del psicoanalista, en los Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico de 1912, hace la comparación con el espejo: “El médico debe permanecer impenetrable para el enfermo y no mostrar, como un espejo, más que aquello que le es mostrado".9 Por tal motivo condena la ambición terapéutica, las coincidencias recíprocas, la acción educadora. En este texto Lagache recuerda que se aconsejaba el análisis didáctico, así como el autoanálisis, para controlar la contratransferencia. A su vez, la regla de atención flotante es simétrica de la regla de la asociación libre.
Menciona la compulsión a la repetición, se enuncia el texto de 1914 Recuerdo, repetición y elaboración, en la transferencia el paciente actúa su pasado en vez de recordarlo; lo que más se destaca es la insistencia sobre el carácter compulsivo de la repetición. La enfermedad del analizado no puede cesar con el comienzo del análisis, no se debe tratar como un hecho histórico, sino como una potencia actual. Lagache cita a Freud en Más allá del principio de placer, donde menciona que el análisis despierta algo que mejor hubiera quedado dormido. Freud, cuando trata rápidamente de la transferencia, destaca contenidos desfavorables, repite todo lo que se ha incorporado, partiendo de las fuentes de lo reprimido: inhibiciones, tendencias inutilizables y sus rasgos de carácter patológico.
Cuando la transferencia se vuelve hostil o indebidamente intensa, la represión hace que el recuerdo quede sustituido en el acto por la repetición, las resistencias van marcando la sucesión de las repeticiones.
El amor de transferencia, en Observaciones sobre el amor de transferencia (1915), Lagache retoma a Freud, quien afirma “… una paciente demuestra, con signos inequívocos, o declara abiertamente haberse enamorado como otra mortal cualquiera, del médico que está analizandola” este sentimiento puede considerarse signo de transferencia positiva, si no es muy intenso se puede transformar en resistencia o en hostilidad.
Adicionalmente, otros factores se relacionan más especificamente con la resistencia, el amor de transferencia constituye una trampa para el analista, se intensifica el enamoramiento para justificar luego la resistencia. El amor de transferencia es una repetición, y como todo enamoramiento, no hay ninguno que no repita modelos infantiles.
Posteriormente, en el Capitúlo V, La transferencia y la búsqueda de una teoría del tratamiento psicoanalítico, Lagache cita a Freud, mencionando que en este período desarrolló los nuevos conceptos sobre los instintos y la estructura de personalidad. En los trabajos dedicados a metapsicología de la cura, se encuentra parte de la evolución del concepto y teoría de la transferencia.
Específicamente en este punto cita el desarrollo del psicoanálisis según Ferenczi y Rank (1925), también cita a Fenichel10, 1941, los principios del psicoanálisis se han regido por la formulación tópica, hacer consciente lo inconsciente, más conocida que abolir las resistencias. El libro de Ferenczi y Rank enuncia que el análisis no es un proceso intelectual, sino un proceso afectivo; a su vez se afirma:
1. Muchas pulsiones de las que se trata en análisis nunca fueron experimentadas ni fueron completamente conscientes, han sido reprimidas de inmediato
2. En el curso del tratamiento las pulsiones reprimidas se experimentan y desarrollan por primera vez, se manifiestan como repetición.
3. La repetición sirve para descubrir el material reprimido y traerlo a la conciencia.
Ferenczi y Rank plantean una pregunta, ¿cuál es la relación entre la repetición en la transferencia y lo que se repite?
Lagache menciona que lo más notable del Congreso de Salzburgo, respecto a la transferencia, es la tendencia común en todos los autores a dar una nueva formulación de la teoría de la cura en términos tópicos; entre los últimos trabajos de Freud, El yo y el ello, Psicólogía de las masas y análisis del Yo, son los mencionados más a menudo.
La ubicación que hace Benassy de la transferencia en una relación intersubjetiva y de carácter dialéctico y no como un mero efecto psicológico del analizante que se explique en términos de disposición. Como es sabido, Lagache fue el promotor de incluir los avances de la psicología como ciencia de la conducta en el campo del psicoanálisis.
Para Lagache, el psicoanálisis también puede enriquecerse con la aplicación del método experimental, confirmando sus hipótesis a través de estudios objetivos (tanto en animales como en el hombre). Bajo la consigna de pensar la neurosis como ‘mala adaptación’ de la conducta, la transferencia será entendida por Lagache en términos de “transferencia de aprendizaje”.
Trayendo la referencia de los Escritos de Lacan, en el capítulo La dirección de la cura y los principios de su poder 11, en el apartado III se pregunta ¿Cuál es la situación actual de la transferencia? y realiza algunas puntuaciones al respecto:
1. Menciona el trabajo de Daniel Lagache, como un trabajo exacto sobre la transferencia. Lacan menciona que pueden ser parciales los aspectos en los que se concentran los debates, y hasta qué punto el empleo ordinario del término, en el análisis mismo, sigue siendo adherente a la manera más discutible, aunque la más vulgar, de abordarlo: hacer de él la sucesión o la suma de los sentimientos positivos o negativos que el paciente abriga con respecto a su analista.
Lacan menciona que no hay consenso sobre los puntos: ¿es el mismo efecto de la relación con el analista en el enamoramiento primario observado al principio del tratamiento, y en la trama de satisfacciones que hacen difícil romper esa relación, cuando la neurosis de transferencia parece rebasar los medios propiamente analíticos?, ¿continúa la relación con el analista y su frustración fundamental, que en el segundo periodo del análisis, sostiene la escansión: frustración, agresión, regresión, en la que se inscribirían los efectos más fecundos del análisis? ¿Cómo debe concebirse la subordinación de los fenómenos, cuando su movilidad es atravesada por las fantasías que implican la figura del analista?
2. Se conecta el genetismo, en la medida en que tiende a fundar los fenómenos analíticos en el desarrollo y en la observación directa del niño, con la técnica hacia el análisis de las defensas.
Tomando el punto de partida un Yo inconsciente en el que Freud reorientó su doctrina. Freud intenta unir la emergencia pulsional a la fisiología, dicho argumento lo propone Anna Freud en su libro sobre Los mecanismos de defensa; sin embargo, nada se reveló en esa vía que fuese esclarecedora para la técnica, los avances son sugestivos.
3. Se enuncia la transferencia y la relación de objeto. Fue Abraham quien dio la noción de objeto parcial en su contribución original, y lee la transferencia como la capacidad de amar, como si fuese un dato constitucional en el enfermo donde puede leerse el grado de su curabilidad, y especialmente el único donde fracasaría el tratamiento de la psicosis. Así, el primer aspecto se entiende como la transferencia calificada de sexual, en el amor objetal. Y el segundo, la capacidad de transferencia mide el acceso a lo real.
A la inversa de los presupuestos del genetismo, que pretende fundarse sobre un orden de las emergencias formales en el sujeto, la perspectiva abrahaniana se explica en una finalidad que se autoriza, por ser instintual, tomando el objeto inefable, el Objeto, que gobierna la fase de objetalidad (distinguida de la objetividad por el afecto).
"...la estructura íntima de las relaciones objetales muestra la participación del objeto en su propio placer para sí, es indispensable para la felicidad del sujeto. Las conveniencias, los deseos, las necesidades del objeto son tomados en cuenta hasta el grado más alto." 12
4. Que el objeto se presente como quebrado y descompuesto, es tal vez otra cosa que el factor patológico. La sublimación opera en la oblación que irradia del amor, la estructura de lo sublime no se debe confundir con la inscripción de Freud, con el orgasmo perfecto.
5. La transferencia es reducida a la realidad de la que el analista es el representante, al analizado le queda un objeto y es el analista. Es importante tener en cuenta la noción de introyección intersubjetiva, que es un error, por instalarse en una relación dual. Se trata de una vía unitiva, dependiendo de la teoria se puede conservar la métafora: introyección en Ferenczi, identificación con el Superyó del analista en Strachey, trance narcicista terminal en Balint.
La experiencia analítica toma su fuerza en lo particular. La importancia que tiene en la cura, la fantasía de la devoración fálica a expensas de la imagen del analista, se relaciona con la disposición de la distancia entre el paciente y el analista como objeto de la relación dual.
Así, es la función privilegiada del significante falo en el modo de presencia del sujeto en el deseo, una experiencia que puede llamarse ciega, a falta de orientación sobre las relaciones verdaderas de la situación analítica, que no se debe inscribir en una relación dual.
Hacer de la distancia la dimensión única en las que se enmarcan las relaciones del neurótico, acompañada de contradicciones insuperables. Demasiada o muy poca distancia al objeto parecerán a veces confundirse hasta el punto de embrollarse. “Y no es la distancióa del objeto, sino más bien su intimidad demasiado grande para el sujeto la que parecería a los ojos de Ferenczi caracterizar al neurótico”13.
6. No hay límite para los desgastes de la técnica por su desconceptualización. Poder oler a su analista apareció en un trabajo como una realización que había de tomarse al pie de la letra, para señalar en ella el feliz desenlace de la transferencia. Este ejemplo tiene valor gracias a una especie de humor involuntario. Hubiese colmado a Jarry. Es la consecuencia que puede esperarse de tomar de lo real en el desarrollo de la situación analítica. Lo olfativo es la única dimensión que permite reducir a cero la distancia, esta vez en lo real. En una técnica que se dirige por el olfato, no solo es un rasgo de ridiculez. Este procedimiento no deja de influr en el desenclace beningo del acting out, la analista es consciente de ello, se encontró en una permanencia de intervención castradora.
El objeto fóbico en cuanto significante para todo uso, para suplir la falta del Otro, y el fetiche fundamental de toda perversión en cuanto objeto percibido en el correr del significante.
Existe una cuestión entre el límite del análisis y la reeducación, cuando su proceso mismo se guía por una solicitud de sus indicidencias reales. Lo cuál se ve comparando en esa observación los datos de la biografía con las formaciones transferenciales: el aporte del desciframiento del inconsciente es mínimo.
7."Se advierte a los analistas sobre el deslizamiento que sufre la técnica, si se desconoce el verdadero lugar donde se producen los efectos." 14
No se puede afirmar que utilizando posiciones de modestia, guiándose por ficciones, la experiencia que desarrolla el analista sea siempre infecunda.
Las investigaciones genéticas y la observación directa están lejos de haberse desligado de una animación analítica. La observación del niño se alimenta con la más justa puntualización de la función del maternaje en el origen del objeto, la noción de objeto transicional trabajada por Winicott, y a su vez es clave para la génesis del fetichismo.
Lacan afirma, “Queda el hecho de que las incertidumbres flagrantes de la lectura de los grandes conceptos freudianos son correlativas de las debilidades que gravan el trabajo práctico."15
En los callejones sin salida, pueden estar marcados de autenticidad, en el ejercicio de un poder. Dicho poder lo sustituyen a la relación con el ser donde esa acción tiene lugar, haciendo decaer los medios, los de la palabra. En ese orden de ideas es un retorno a lo reprimido, hace elevarse ese galimatías de un recurso al ser como a un dato de lo real.
Tal como aparece en La dirección de la cura, la contratransferencia no alcanza como solución técnica a los escollos de la transferencia como automatismo de repetición, en la medida en que un psicoanálisis no es una relación dual o un grupo de dos, sino que el lenguaje como tercero introduce un artificio que permite la novedad del deseo por venir. Tanto para Freud como para Lacan, el resorte de la transferencia se encuentra en la presencia del analista, el cual no cuenta ni como ausente (in absentia) ni como representante (in effigie) ni como la "sombra de algo vivido antes". El analista en tanto complemento del síntoma requiere de un cuerpo donde resuene el decir no sabido del inconsciente.
1. Lacan, Jacques. La dirección de la cura y los principios de su poder. Escritos II. Siglo XXI Editores, México, p.574
2. Lagache, Daniel. La teoría de la transferencia. Nueva Visión. Colección Psicología Contemporánea. Primera Edición. Buenos Aires. 1986. p. 10.
3. Ibíd., p. 22
4. Ibíd., p. 25
5. Ibíd., p. 26
6. Ibíd., p. 44
7. Lacan, Jacques. Escritos 2. La dirección de la cura y los principios de su poder. Siglo XXI editores. Tercera edición. Buenos Aires. 2009.
8. Lagache, Daniel. La teoría de la transferencia. Nueva Visión. Colección Psicología Contemporánea. Primera Edición. Buenos Aires. 1986. p. 10.
9. Ibíd., p. 25
10. Lacan, Jacques. Escritos 2. La dirección de la cura y los principios de su poder. Siglo XXI Editores. Tercera edición. Buenos Aires. 2009, p. 568.
11. Ibíd., p. 568
12. Ibíd., p, 581
13. Ibíd. p. 568
14. Ibíd., p. 583
15. Ibíd., p. 584
16. Ibíd., p. 584
Freud, Sigmund, Trabajos sobre técnica psicoanalítica. En Obras completas. Tomo XII (pp. 77-82), Amorrostu, Buenos Aires.(1914/2010).
Lacan, Jacqes, Intervención sobre la transferencia. En Escritos 1 (Vol. 1, pp. 209-222). Siglo XXI Editores, Buenos Aires. (1966/1985)
Referencia de la teoría de la transferencia de Daniel Lagache
NODVS LXV, novembre de 2022