La condición de entrada en la experiencia analítica es liberar la palabra. Es su acto fundante. Obtener su libre empleo “para romper con las cadenas del relato”¹. Un trabajo que consiste en la “extracción de la palabra del lenguaje”², siempre a condición de “sudar un poco”³. Este sudar significa ir más allá del atemperamiento, un esfuerzo, drängen, apuntando a aquello de lo que el sujeto está menos dispuesto a hablar, su particularidad en relación a lo  real. En el marco de la transferencia se le pide al sujeto que no elija, aludiendo al principio de no omisión: “Diga, pues, todo cuanto se le pase por la mente”⁴. Con esta consigna se inaugura la vía que trata de aproximar al analizante a la lógica de su síntoma, mediante un tironeo que pueda dar testimonio de un anudamiento: “la asociación libre es tan libre como una variable ligada a una función matemática”⁵. Es ahí donde reside el interés de la práctica. La regla fundamental es el acto de seguir el rastro de una huella, la huella del Uno⁶.
Estudios sobre la histeria es considerada la obra inaugural del Psicoanálisis. Fue publicada en 1895 y tuvo una acogida desfavorable en los círculos médicos de la época. La medicina y las presentaciones de enfermos charcotianas pretendían mostrar y objetivar el sufrimiento de las pacientes histéricas. Sin embargo, allí donde el médico auscultaba y observaba, Freud escuchó y se sumergió en su subjetividad.
El nacimiento del Psicoanálisis quedó entonces anudado al encuentro de Freud con estas mujeres aquejadas de diversos síntomas (alucinaciones, parálisis, agitación corporal, trastornos de lenguaje, etc). Ellas fueron sus enseñantes, y mediante su escucha pudo dar con las coordenadas psicológicas de sus dolores psíquicos y físicos. Freud no retrocedió en el deseo de saber, descubriendo así la etiología sexual de la neurosis. La premisa de la que había partido era que debía haber una relación entre el síntoma y el hecho traumático, que por su carga afectiva había quedado expulsado de la conciencia.
El primero de los historiales de los Estudios recoge el encuentro entre Breuer y Anna O. Practicaban la talking cure. Bautizada así por ella misma, junto con la Chimney Sweeping.  Aparecen también lo que Breuer describirá como palabras clave. Palabras que se precipitaban y que advenían en momentos de somnolencia. Cuando éstas eran repetidas por otro, confluían otras en cadena, constituyendo un relato que producía el alivio de la paciente (gehälich, alivio por declaración). En una ocasión, Breuer es sorprendido tras una declaración casual en la que también se produjo un alivio sintomático. Los síntomas de Anna O. quedaban removidos por la vía narrativa mediante la reproducción del suceso ocasionador mediante hipnosis, wegerzählen. A esta descarga se la llamó catarsis y al método, catártico. Pero como sabemos, la cura de Anna se interrumpió. Breuer huye frente al encuentro accidental con el inconsciente y Freud continuaría la expedición por su cuenta.
Se estima que Freud utilizó el método de hipnosis entre 1887 y 1896. Su investigación sobre la forma de tratamiento tuvo diversas etapas y se originó en el uso del método de Breuer, pero no fue hasta el fracaso de las sugestiones pedagógicas en los años posteriores con Elisabeth Von R. y Miss Lucy que se produciría su abandono. Con Emy Von N, parte inicialmente de la sugestión, pero al tiempo renuncia. Se percata de que la insistencia en el intento de inocular el estado hipnótico alimentaba la resistencia. Emy podía producir grandes cantidades de material asociativo por sí misma: “es como si se hubiera apoderado de mi procedimiento y aprovechara la conversación en apariencia laxa y guiada por el azar para complementar la hipnosis”⁷. Ésta le da una indicación que cambiaría el rumbo de su indagación: "déjeme hablar"⁸. Que escuche lo que tiene para decirle. Incluso llega a manifestarle el malestar por su “cotorrería”⁹. También Elisabeth le revela el deseo de poder usar sus propias palabras en contra de la definición propuesta por el saber médico. Freud aceptó este pedido y puso el saber de su lado. Consintió a ser destituido, a no saber.
Tiempo más tarde introduciría el método de presión sobre la frente. Fórmula que utilizó ocasionalmente. Este artificio funcionaría como elemento disuasorio de la defensa, un ardid para “sorprender al yo”¹⁰, llevando a cabo un análisis en un estado que a penas se distinguía del normal. Exhortar a hablar, ausprechen,  para no obstaculizar lo que la paciente tenía para decir. De esta manera se liberaba la asociación y también la escucha.
La investigación de Freud está marcada por la emergencia de lo inesperado, que de entrada apareció como un obstáculo en el tratamiento. Su insistencia le llevó a hacer de ello una vía de entrada al inconsciente, mediante la formalización del concepto de represión. Se percató de que la fuerza psíquica implicada en la aparición del síntoma era la misma que impedía el devenir consciente¹¹. Había captado que existía un determinismo, determinierung. La conclusión fue la siguiente: “todas estas enfermedades tienen por base el haber producido una represión de ciertas representaciones y recuerdos de intensa investidura afectiva, así como de los deseos edificados sobre estos; y los han reprimido de tal modo que no desempeñan papel alguno en su pensar, no entran en su conciencia y, así, permanecen en secreto para ellos mismos. Y de este material psíquico reprimido, de estos complejos, provienen los síntomas somáticos y psíquicos, que martirizan a los enfermos”¹². Freud puso su atención allí donde emergía un nexo enigmático, donde parecía faltar un eslabón en la cadena de asociaciones y penetró en estratos más profundos, como la exhumación de los restos de una civilización enterrada. Había dado con la relación causal entre el síntoma y el hecho traumático. La presión sobre la frente había indicado el camino. Un camino hecho de ramificaciones e inervaciones que podrían ser aprehendidasa través de los dichos de los pacientes, siguiendo las ilaciones de pensamiento.En los años que siguieron a Estudios sobre la histeria, Freud fue renunciando paulatinamente a todo intento sugestivo deliberado, haciendo su apuesta en las libres asociaciones que las pacientes le habían revelado. Ellas lo condujeron hasta el nudo del inconsciente. Sus ocurrencias no serían resultado del puro albedrío, si no que expondrían el nexo con su secreto, lo escondido para el sujeto mismo. La asociación libre es entonces una invitación a soltar las amarras para tomar el hilo que conduce a este secreto, al corazón del síntoma. En palabras de Miller, la asociación libre es la invitación a ser un genio convocando a la invención¹³. Es decir, a ser un genio en sentido freudiano.