Provocar una lectura

Intervención presentada en el encuentro Leer un aforismo… lacaniano. 20 de Octubre de 2022 en la Sección Clínica de Barcelona.

  • Publicado en NODVS LXVI, març de 2023

Resum

El encuentro Leer un aforismo… lacaniano se enmarca en torno al libro Aforismos lacanianos. Una introducción al psicoanálisis, que reúne una serie de conferencias realizadas por distintos psicoanalistas en el ciclo de conferencias de la Sección Clínica de Barcelona Aforismos lacanianos. 

Paraules clau

Aforismo, Lynch, lectura, saber, litoral

Leer a Lacan

Recuerdo, en mis inicios en la lectura de los textos de Lacan, una sensación similar a la que tuve la primera vez que vi una película de David Lynch. La primera fue Mulholland drive. Me enfadé, no entendí nada. Pero la volví a ver. Muchas veces. Me fascinaba la opacidad de cada escena, el tener que dejar en suspenso su comprensión a la espera de la resonancia con las siguientes, igual de enigmáticas que la primera. Era como cuando en una frase hay una palabra que se desconoce pero que se entiende por el contexto, pero siendo todas las palabras desconocidas y no pudiendo más que entenderlas por las resonancias que genera su articulación.

Siguiendo esta homología entre la fascinación que en su tiempo sentí por Lynch y la que prevalece respecto a Lacan, diría que hay cierta fascinación no solo por su brillante opacidad, sino también por su provocación. Ahí mi enfado con Lynch cuando vi por primera vez una de sus películas. ¿Por qué volver a ver una película de la que no se ha entendido nada? Menuda ofensa. ¿Por qué tratar de leer un libro que aunque escrito, o más bien traducido, en perfecto castellano, no se entiende ni siquiera una de sus frases? Para mi realmente fue una provocación ante la cual no fue fácil consentir a la castración necesaria para poder acceder a su lectura. Necesaria para poder agujerear aquello que se me presentaba como una muralla inexpugnable de palabras sostenida por quienes me parecía que las propugnaban como un saber. Agujero que no había que buscar entre sus palabras, por otro lado infinitamente horadadas, sino en mi propia relación con el saber.

Para mí hubo una entrada en la lectura de los textos de Lacan que sucedió mucho después de haber recorrido muchas de sus páginas. Para ello fue preciso cierto recorrido en el análisis y algunas caídas imaginarias no sin algunos otros que consintieron a la destitución necesaria para hacerme un lugar en el asunto.

 

Los aforismos

Respecto a los aforismos lacanianos, no puedo dejar de sentir cierto recelo. Su misma naturaleza aforística puede conllevar un uso dogmático y vacío que lejos de apostar por el malentendido, hace de éste un signo, una falsa moneda de intercambio, un sentido común que suscite lo que todo lo común produce: un nosotros y un ellos. No puedo evitar que muy frecuentemente, su uso, me produzca una íntima sensación de impostura, aquella que siento cuando todas las partes quedan contentas por su entendimiento y la muralla vuelve a levantarse. 

Hay otra dimensión, no obstante, de esa repetición fatua de dichos aforismos, que es la que en mi produce el efecto que sin saber muy bien por qué, me parece que tan bien representa el faro de la portada del libro Aforismos lacanianos. Diría que no se trata tanto del faro como aquello que da luz a un asunto, sino más bien como la de la torre que se erige incólume y enigmático contra el mar. En realidad, la definición de faro como guía, como aquello que da luz, no tiene mucho sentido. Más bien se trata de un punto ciego en tanto límite, un punto fijo en el litoral. Diría, incluso, poniendo en acto la impostura antes mencionada, que el aforismo lacaniano posee la cualidad de lo real en tanto aquello que vuelve siempre al mismo lugar. Es por su inmovilidad que cada vez que uno vuelve a ellos, ve brillar la opacidad de un enigma que revela los cambios acontecidos tanto en el lector como en aquello que lee, pues, pese a contener las mismas letras, produce efectos distintos. Es por su fijeza que se resalta el recorrido que uno ha hecho, en una sensación similar que la que se tiene cuando uno viaja al mismo lugar donde fue hace muchos años en un viaje anterior. Es por su impacto, su simpleza y por el summum de sentido que constituyen, es decir por su rasgo de enigma, que aparecen como un faro en cada una de las orillas de las lecturas que uno realiza de las páginas de Lacan. No para iluminar su sentido, sino para delimitar su interpretación.

Aunque quizás no hay que desechar con tanta rapidez la figura del faro como guía. La suposición de saber respecto a esos aforismos, hace que muchas veces me encuentre leyendo a Lacan contra ellos. No contra en el sentido de la refutación, sino en el de poder apoyar la lectura en ellos. Se trata de un apoyo, de un aportar luz, no obstante, paradójico. Hay una vertiente de esa luz que, como la transferencia, como el amor, fácilmente puede volverlo a uno perezoso, en tanto, si todo lo que se lee puede ser resumido en ellos, se acaba convirtiendo en el brillo de la falsa moneda antes mencionada. Hay otra, no obstante, quizás más próxima a la opacidad de esa luz, que más bien hace que se empiece a tratar de entender la localización de esos puntos, la articulación que hay entre ellos, el dibujo de ese litoral contra el que uno puede seguir leyendo, recorriendo la costa, sus grutas y las resonancias que en ellas se escuchan.

Quizás soy demasiado duro con la calidez de su luz. Supongo que me da miedo la pereza, mi pereza, la calidez del entendimiento. Contra ella retorno a aquello que me cautivó en un primer momento: la provocación.

Si de algo me quejé en mis tiempos ingenuos cursando la carrera de psicología, es que nada de lo que ahí me contaban, nada de lo que me hacían leer, me tocaba por ningún lado. Digo ingenuos porque es desde ahí que uno espera que algo de la psicología le toque, que hable de ti. Tampoco Lacan hablaba de mí. Lacan más bien me provocó. Y ante esa provocación uno puede salir ofendido haciendo aspavientos, cosa a la que no sin cierta discreción me dediqué un tiempo, o, llegado el momento, consentir a la castración que exige su lectura, consentir a pagar la libra de carne, que ahora se me aparece como el punto imprescindible contra el que poder empezar a realizar una lectura, es decir, sostener una enunciación.

Bibliografia

González Aja, Claudia. (coord.). Aforismos Lacanianos. Una introducción al psicoanálisis. Ned ediciones, España, 2022.

Daniel Casellas

Provocar una lectura

NODVS LXVI, març de 2023

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