El sueño, más allá del placer

Referencia presentada en el Seminario del Campo Freudiano en Barcelona, el 10 de junio de 2023, impartido por Patrick Monribot.

  • Publicado en NODVS LXVII, juny de 2023

Resum

Referencia en torno al capítulo II de La Interpretación de los sueños de Freud — El sueño de la inyección de Irma— y los capítulos XIII y XIV de El Seminario 2 de Lacan. 

Paraules clau

sueño, inconsciente, sueño de la inyección de Irma, simbólico, imaginario, real, ego

Para adentrarnos en el sueño de la inyección de Irma, seguiré la indicación que nos hace Lacan en El Seminario 2, tomando el consejo de Freud, que hay que partir del texto como un texto sagrado1.

 

"Un gran vestíbulo — muchos invitados, a quienes nosotros recibimos. —Entre ellos Irma, a quien enseguida llevo aparte como para responder a su carta, y para reprocharle que todavía no acepte la . Le digo: <Si todavía tienes dolores, es realmente por tu exclusiva culpa>. —Ella responde: <Si supieses los dolores que tengo ahora en el cuello, el estómago y el vientre; me siento oprimida> — Yo me aterro y la miro. Ella se ve pálida y abotagada; pienso que después de todo he descuidado sin duda algo orgánico. La llevo hasta la ventana y reviso el interior de su garganta. Se muestra un poco renuente, como las mujeres que llevan dentadura postiza. Pienso entre mi que en modo alguno tiene necesidad de ello. — Después la boca se abre bien, y hallo a la derecha una gran mancha blanca, y en otras partes veo extrañas formaciones rugosas, que manifiestamente están modeladas como los cornetes nasales, extensas escaras blanco-grisáceas. — Aprisa llamo al doctor M. Se ve enteramente distinto que de ordinario; está muy pálido, cojea, está sin barba en el mentón… Ahora también está de pie junto a ella mi amigo Otto, y mi amigo Leopold la percute a través del corsé y dice <No hay duda, es una infección, pero no es nada; sobrevendrá todavía una disentería y se eliminará el veneno> … Inmediatamente nosotros sabemos de dónde viene la infección. No hace mucho mi amigo Otto, en una ocasión en que ella se sentía mal, le dio una inyección con un preparado de propilo, propileno… ácido propiónico… trimetilamina (cuya fórmula veo ante mí escrita con caracteres gruesos) … No se dan esas inyecciones tan a la ligera … Es probable también que la jeringa no estuviera limpia”2.  

 

Este es el sueño que el artesano Freud produce la noche del 23/24 de julio de 1895. Sueño al que se dedica a desmenuzar cuidadosamente siguiendo su método de interpretación de los sueños.

 

En el informe preliminar, Freud relata que el verano de ese año, había estado tratando psicoanalíticamente a Irma, una joven amiga de él y de la familia, cuya cura no fue del todo exitosa, porque, a pesar de que la angustia histérica cedió, algunos de los síntomas somáticos no. La solución que había propuesto Freud, no fue aceptada por Irma y, justo después, el tratamiento se interrumpió por las vacaciones de verano.

 

Así pues, un día, Otto el amigo de Freud, le fue a visitar y le contó que Irma estaba mejor, pero no del todo. Este comentario le irritó y lo interpretó como un reproche. Por lo que decidió esa misma tarde, redactar la historia clínica de Irma para enviársela al doctor M. Y es esa noche en la que tiene el famoso sueño de la inyección de Irma. Un sueño tan importante para Freud, que en una de sus cartas a Fliess en 1900, le pregunta si él cree que algún día colocarán en la casa en donde tuvo el sueño, Bellevue, una placa con la siguiente inscripción: “En esta casa, el 24 de julio de 1895, le fue revelado al doctor Sigmund Freud el secreto de los sueños”3.

 

La chispa que arranca la puesta en marcha del sueño es la desaprobación de Otto, y el resultado exitoso que nos muestra Freud en su análisis minucioso es la liberación de su responsabilidad por el estado de Irma y su tratamiento. Como ocurre en el cuento del caldero, al que Freud con humor hace referencia y Lacan traduce así: No hubo crimen porque la víctima ya estaba muerta, con una enfermedad orgánica que Freud no podía tratar. El asesino, Freud, era inocente de toda intención de hacer el mal. Y el crimen fue curativo porque la enfermedad disentería, es justamente lo que liberará a la enferma4. Todo parecería muy evidente tal cual lo demuestra Freud en su detallado análisis, esto es, que el sueño es un cumplimiento de deseo, y su motivo, un deseo.

 

Sin embargo, Lacan no se queda satisfecho con esta concepción del sueño. No entiende cómo Freud no se ocupó de preguntarse sobre qué es ese deseo, de dónde viene o si es inconsciente o preconsciente. Lacan insiste con estas preguntas y le dedica a este sueño dos clases, la de los capítulos XIII y XIV de El Seminario 2 en las que, lejos de hacer un análisis, se pregunta por qué es que Freud le da tanta importancia a este sueño y qué obtiene al analizarlo.

 

De entrada, nos dice que Freud obtiene la verdad, que “el sueño es siempre la realización de un deseo, de un anhelo5. Pero la verdad sólo se puede decir a medias. Lacan va un poco más allá. Aísla dos operaciones: tener el sueño, que sería imaginar el símbolo poniendo el discurso simbólico bajo forma figurativa; y simbolizar la imagen, es decir, hacer la interpretación de un sueño. Nos indica que hemos de tomar el conjunto del sueño y su interpretación, y ver qué significa esto, tanto en el orden de lo simbólico como en el imaginario.

 

Del orden de lo imaginario, resulta una vía que hace constantemente obstáculo para Freud. Por un lado, tenemos el desarrollo de toda la problemática en torno a las tres mujeres implicadas en el sueño. Irma y las dos mujeres detrás de ella, la esposa de Freud y otra joven paciente, a partir de lo cual se despliegan todas las formas de espejismos imaginarios en torno a la relación a la mujer, una resistencia femenina. En esta serie, está implicada también una de las hijas de Freud que estuvo al borde de la muerte. Por otro lado, tenemos a los tres clowns: el Doctor M., Otto y Leopold, quienes en el fondo representan tres personajes que tuvieron funciones fundamentales en la vida de Freud. Ahí Lacan nos habla del padre de Freud y sus dos hermanos, Emmanuel y Phillip. Tres personajes significativos implicados en la formación del ego. Y detrás de ambos tríos, tenemos en última instancia a la muerte.

 

Lacan pone en cuestión que se trate de una regresión del ego. El yo, nos dice, “es la suma de identificaciones del sujeto, la superposición de los diferentes mantos formados de el revoltijo de su guardarropía”6. El Maximón de Santiago Atitlán en Guatemala, es muy representativo en este aspecto. Se trata de una deidad indígena constituida de diversos velos, trozos de tela y corbatas que hacen su forma, y una máscara debajo de la cual no hay rostro. Es la superposición de velos la que le da cierta consistencia a la imagen de Maximón. Si caen los velos, no hay más esa percepción de unidad y se desvanece la forma de su cuerpo.

 

Volviendo al sueño, en este primer nivel, impregnado de lo imaginario, encontramos una serie de limitaciones y obstáculos en el análisis. Ya que “toda relación imaginaria se produce en una especie de tú o yo, entre el sujeto y el objeto. Es decir, Sí eres tú, yo no soy. Si soy yo, eres tú el que no es”7. Lacan hace todo un trabajo para despejar estos espejismos, para indicar una y otra vez, que el inconsciente no tiene nada que ver con el ego del soñante ni con su imagen. Estos no producen más que resistencia y es precisamente ahí en donde los síntomas analíticos proliferan, ahí en donde la palabra intenta pasar y, lo que encuentra, es la resistencia del ego del sujeto y su imagen. Es precisamente toda la cuestión en el caso de Irma, que no abre la boca, dice Lacan.

 

Así pues, todo el despliegue en el plano imaginario se desarrolla entre asociaciones engañosas, hasta llegado un punto de detención, en el que Freud se encuentra esa imagen terrorífica cuando la boca se abre bien y ve el fondo de la garganta de Irma. Entonces el sueño se inserta en una zona desconocida, el ombligo del sueño. Aquí, se detienen todas las asociaciones y surge lo innombrable, “lo real sin mediación frente a lo cual toda categoría fracasa y todas las palabras se detienen”8.  

 

Alcanzado este punto, se abre un tajo en el cuadro, como nos muestra la obra de Lucio Fontana, y el sujeto impacta con la experiencia de su desgarramiento. El sueño llega tan lejos en su aproximación a lo real, que es el momento en donde culmina por primera vez. Pero Freud no se despierta, tiene coraje y sigue, sin retroceder ante su pasión de saber. En este punto se produce una torsión en el sueño en donde las relaciones del sujeto cambian y se desvanece el yo. Es el paso al segundo nivel del sueño, en donde encontramos la fórmula de la trimetilamina que Freud ve escrita ante él con gruesos caracteres.

El sueño está plagado de tríos, como lo muestra Lacan y es ahí justamente en donde está el inconsciente, en eso que “en el sujeto es del sujeto y no es del sujeto”9 y que está más allá del ego. Se trata aquí del sujeto que habla y ya no es Freud. Él ha pasado a un segundo plano. Es otra voz que toma la palabra e introduce la fórmula escrita, que se presenta de manera simbólica. Sin embargo, lejos de darnos una respuesta, lo que interesa de esta fórmula, es su carácter enigmático y hermético.

 

En este punto, Lacan se plantea una pregunta: ¿de qué manera se articula lo imaginario y lo simbólico? Respecto a lo imaginario, los objetos son evanescentes y solo pueden ser captados en un espejismo que da cuenta de una unidad imposible de ser reaprehendida en lo imaginario. Para el ser humano, “El principio de toda unidad por él percibida en los objetos es la imagen de su cuerpo. Ahora bien, sólo percibe la unidad de esta imagen afuera y en forma anticipada. A causa de esta relación doble que tiene consigo mismo, será siempre en torno a la sombra errante de su propio yo como se estructuran todos los objetos de su mundo”10. Es por eso que se hace fundamental la intervención de la relación simbólica, en tanto permite nombrar los objetos y estructura la percepción. De ahí la importancia de la nominación que hace que un objeto pueda perdurar en el tiempo, siendo reconocido por dos sujetos que se ponen de acuerdo en un pacto para nominarlo. Sin este reconocimiento de al menos dos, sería imposible percibir el mundo.

 

En el sueño de Irma, luego de la primera fase regida por lo imaginario, se introduce lo simbólico y entra en juego el discurso, independientemente de su sentido. Entonces se produce la descomposición espectral de la función del yo, surgiendo su carácter acéfalo. El resultado de esta operación es la serie de los yo, en la que el sujeto queda sustituido por la multitud, la inmiscusión de los sujetos, la pluralidad imaginaria del sujeto sin ego. ¿Dónde estoy en el decir? ¿quién habla, cuando digo yo? ¿de quién es esa palabra que está en el sujeto sin ser la palabra del sujeto? ¿qué relación tiene la pulsión de muerte con el símbolo?

 

Lo simbólico, cuya naturaleza radica en que los símbolos no son más que símbolos, se introduce con la fórmula de la trimetilamina. Última y única palabra clave en el sueño que surge de la voz de nadie, “esa palabra que habla en mí, más allá de mí”11 y que no quiere decir más que eso. La fórmula, es casi como ese trabajo de texto que sale del opaco vientre de la araña, del que Lacan habla en El Seminario 20. Ese escrito que llega a un punto sin sentido, un límite que muestra a lo real agujereando lo simbólico. Limite en donde el sujeto despierta, pero para seguir durmiendo.

 

Si el deseo fundamental del sueño es el de seguir durmiendo, podríamos tomar el trabajo de Lacan en estos capítulos como una invitación a cada analizante, en la orientación hacia lo real, entre el dormir y el despertar, a cernir ese punto opaco, ese ombligo que se presenta y ante el cual hay que tener agallas como Freud y no retroceder. Y no solo no retroceder, sino ir más allá en la búsqueda de encontrar la manera de formalizar, con el modelo que nos trazó Lacan — formalización matemática— la dimensión de lo real, que no puede sino sólo inscribirse justamente con un impasse de la formalización.

 

 

Notes

1. Lacan, Jacques. El Seminario, libro 2, El Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica. Paidós, Buenos Aires, 2019, p. 233. 

2. Freud, S. (1900/1991). La interpretación de los sueños. Obras completas. Tomo 4. Amorrortu editores, Buenos Aires, p. 128.

3. Ibíd., p. 141.

4. Lacan, Jacques. El Seminario, libro 2, El Yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica, op. cit., p. 255.

5. Ibíd., p. 226.

6. Ibíd., p. 236.

7. Ibíd., p. 256.

8. Ibíd., p. 249

9. Ibíd., p. 241.

10. Ibíd., p. 252.

11. Ibíd., p. 259.

Regina Menéndez de la Riva

El sueño, más allá del placer

NODVS LXVII, juny de 2023

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